En 1845, tras algunos altercados con militantes liberales, Marx estaba exiliado en Francia. Con la entrada prohibida en Alemania, viajó desde el país luso a Bélgica, que quince años antes se había independizado de Holanda. Se instaló en Bruselas, buscando estudiar el contexto político y cultural de la clase obrera centroeuropea y vivió aquí hasta 1948, donde escribió, junto a Engels, el Manifiesto Comunista.
El Restaurante de lujo La Maison de Cygne, en plena Grand Place, recuerda con una placa que el filósofo pasó allí la Navidad de 1847. Fue una celebración austera, para no interrumpir el trabajo del autor. Durante el año siguiente, durante la Revolución del 48, Marx secundó y apoyó económicamente, supuestamente con la herencia paterna, a los revolucionaros belgas. Ante sus donaciones el Ministerio de Justicia de Bélgica ordenó su arresto; Marx volvió a Francia, donde acababa de proclamarse la Segunda República.
“La Bélgica de por aquel entonces era un país recién construido, no beligerante, con un sistema parlamentario que constituía, junto a Inglaterra, el modelo de Estado más avanzado en Europa, y en el que sus habitantes carecían de conciencia nacional”, cuenta el colaborador del Instituto de Estudios Marxistas de Bruselas Frans de Maegd.
”Es cierto que el sistema belga no influyó de ninguna forma en las ideas que Marx y Engels recogieron en el Manifiesto, pero la relativa libertad de expresión en el país y la ausencia de represión hacia pensadores, facilitaron que estos pudieran reunirse con frecuencia para desarrollar su trabajo.”
El tour de Marx es una de tantas Bruselas, desde las comunas de Saint Josse o Ixelles a la catedral. Marx visitó, en las breves pausas de su trabajo, una parte de la ciudad que aún se puede apreciar. El INEM también organiza, desde 1998, tours que siguen los pasos del autor en la ciudad.