Mes de noviembre: las universidades españolas publican la convocatoria Erasmus para el próximo curso. Los estudiantes de segundo y tercero, frenéticos, buscan en las listas los posibles destinos. Pros y contras: capital o ciudad universitaria, al norte o al este, alemán o francés. Alguien se fija en las asignaturas ofertadas; la mayoría buscamos presupuestos, becas, convocatorias alternativas en caso de que -ni lo pienses- no te concedan ninguna plaza. Para muchos será la primera experiencia fuera de casa, pero a todos nos la venden como “la experiencia de nuestra vida”. Sin presión.
Diciembre, convocatoria de exámenes en enero y, después, las listas definitivas: en menos de un año comprobaremos si somos de ese (amplio) porcentaje de Erasmus que acaba por quedarse a vivir en el país de destino. Como aún estamos en los primeros meses de búsqueda he intentado, en mi papel de Corresponsal Erasmus en Flandes, sintetizar las respuestas a todo lo que me habría gustado saber antes de llegar a Bruselas y lo que creo que la ciudad puede ofrecernos a los estudiantes en programas de movilidad.