La primera parte de este itinerario se puede encontrar aquí.
Desde las Galerías subimos hasta la Gare Centraal, diseñada por Víctor Horta a mediados del siglo XX. La estación conecta tranvía, metro y tren de larga distancia; es un ejemplo de edificio modernista con un arco que lleva desde la plaza exterior hasta los andenes. Saliendo hacia la derecha, a un par de minutos, la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula se sostiene sobre las zonas verdes. El edificio se empezó a construir en el Siglo XIII, siendo uno de las construcciones en pie más antiguas de la ciudad. Su interior es uno de los ejemplos más claros de la contrarreforma, como ya os contamos en este post.
Volvemos a la Gare Centrale y, desde allí, subimos hacia el Mont des Arts. A medio camino pasaremos, dejándolo a nuestra espalda en la fachada del Archivo General del Estado, el Carrillón del Mont des Arts. Es un reloj automático precioso, integrado en la piedra, construido con motivo de la Exposición Universal del 58 que también llevó el Atomium a la ciudad. El carrillón consta de 24 campanas y varias estatuillas que representan momentos de la Historia belga. Cada hora en punto la muerte toca la campana, y una de las figuras sale de su guarida durante unos segundos.
Pasados los jardines y varios tramos de escaleras llegamos al mirador del Mont des arts. En días de sol se recogen fotos que poco tienen que ver con las postales grises que se venden en la Grand Place; merece mucho la pena ir una noche durante el mes de diciembre, con las luces de la Grand Place iluminando el casco antiguo hasta la noria de Saint Catherine.
Desde el mirador subimos la calle, pasando por el Museo de los Instrumentos. El edificio, fundado en 1877 como anexo al Real Conservatorio de Música, es uno de los principales exponentes del Art Nouveau en Bruselas. La colección expone más de 7.000 instrumentos musicales de todo el mundo, de distintas épocas. Desde ahí, apenas ciento cincuenta metros a la izquierda, podemos hacer una parada en el Palacio Real de Bruselas, donde el rey ejerce sus labores de gobierno y que, en verano, abre al público.
Recta final: la Rue de la Régence hasta el final, con el Palais de Justice de cara. Un edificio maldito, impresionante -incluso rodeado del entramado que pretenden retirar en 2028-. Inspirado en los templos clásicos este edificio -sede de los tribunales de justicia, cárcel y laberinto- guarda uno de los miradores más visitados de la capital. Junto a él, un ascensor de cristal que desciende a la parte baja de la ciudad.
La última parada pasa por la antigua muralla, el skatepark y las calles empedradas en dirección sur, hacia el barrio de Saint Géry, donde encontramos uno de los símbolos más representativos de Bruselas. El Manneken Pis, una estatua de bronce de 55 centímetros, tiene su propio armario, reconvertido en museo, y tres o cuatro leyendas sobre un origen que, a día de hoy, aún no está claro. Un broche rodeado de puestos de gofres y bazares donde comprar una taza, un llavero, un batido Cecemel. De ahí podemos continuar hasta el Delirium, uno de los pubs más conocidos del mundo. Tomarse una Delirium Tremens en cualquiera de los tres pisos y llevarse un vaso de los elefantes de recuerdo.