El museo Belvue está dedicado la historia de la nación Belga desde 1830. Plantea salir de los tópicos como las patatas fritas, la cerveza y el chocolate y muestra una descripción del país a partir de siete temas sociales: democracia, prosperidad, solidaridad, pluralismo, migración, lenguajes y Europa. El museo explica cada tema desde una perspectiva contemporánea y posteriormente se aplica la narración cronológica del país. Por lo tanto, usa la historia no como un fin en si mismo sino como un método para entender e interpretar la sociedad actual.
Fue abierto en 2005 y la exposición es muy visual y atractiva. Es interesante comprobar como el museo se centra en el día a día de los habitantes de Bélgica: a partir de actores que explican su papel como ciudadanos y mediante una exhibición que cuenta con más de 200 objetos que representan la “memoria física” de Bélgica: objetos cotidianos, marcas conocidas, descubrimientos científicos…
Pese a todo esto, un poco de crítica siempre es sana. He echado de menos, en el museo dedicado a la historia de Bélgica, más información sobre el papel de la Bélgica colonial, pues no hay ni una alusión visual al impacto del país en tierras africanas. ¡Qué mínimo en el museo de historia! Contrariamente, en la tienda de souvenirs sí se pueden encontrar réplicas de la figura de madera de la cultura Chimú que inspiró a Hergé en Tintín y el misterio de la Oreja Rota (y que se puede encontrar en el museo del cincuentenario de Bruselas) eso sí, con la bandera del país.