Según Marta Segarra en La teoría de los cuerpos agujereados (2014) todo agujero físico e imaginario se relaciona con los orificios del cuerpo humano: agujeros históricamente jerarquizados y diferenciados según su función, mediante los cuales nos descubrimos a nosotros y entramos en contacto y nos relacionamos con el mundo sensible.
“El agujero es el principio que rige la arquitectura desde su verticalidad y desde sus aperturas. La inventiva humana viene a perforar piedras en la época prehistórica y muchos de los deportes actuales se centran en el agujero. Los instrumentos musicales primitivos están también todos agujereados. Jorge Oteiza ya definió la escultura como creación de un vacío, como en el crómlech que por el círculo de piedras se crea un vacío en su interior.”
Siguiendo esta premisa, se podría decir que levantar un arco de triunfo es plantar un agujero monumental en medio de la ciudad. Así lo hizo Leopoldo II cuando planto las arcadas del cincuentenario (también llamadas “los arcos de las manos cortadas” por Emile Vandervelde para denunciar la financiación de trabajo por el dinero del caucho congoleño)
No me corresponde, en ningún caso, determinar qué orificio coincide con el arco de triunfo. Lo que sí me gustaría es destacar es el gran parque del cincuentenario, que se encuentra en frente de la arcada. El magnífico paseo que hay que recorrer para cruzar el arco, el esplendido conjunto de parterres organizados geométricamente con flores y árboles delante el monumento… que creo que quedarían deslucidos sin semejante agujero triunfal. Interpretando las tesis de Segarra, eso se debe a que percibimos diferente los entes con agujeros porque nos sentimos identificamos en ellos.