¿A quién no le gustan las flores? Puedes ser más entusiasta o menos, pero es difícil tener aversión a las flores, en general. Es por eso interesante destacar que uno de los atractivos turísticos de Bélgica son las flores. Claro.
“¡Se acabó la escala de grises! En primavera, los colores anuncian el estallido tonal en Bruselas. La capital más verde de Europa se suma al tecnicolor: de verde, como los parques y jardines, en rosa, como los cerezos de Japón y en azul, como el jacinto de los bosques…”
Con esta divertida y surrealista entrada lo promociona el blog visit.brussels. Cerca de Bruselas, hay tres importantes atracciones que se aprovechan de las flores durante los meses de abril y mayo: El bosque de Hal, que se tiñe de azul gracias a millones de jacintos salvajes; Floralia, que cultiva miles de flores de bulbo en los jardines del castillo Grand-Bigard, y los invernaderos de Laeken, con Flores singulares y árboles exóticos. Eso, sin tener en cuenta otros atractivos más puntuales como la alfombra de begonias bienal en la Grand Place de Bruselas o hasta la gigantesca y excepcional flor cadáver que floreció hace 3 años en dos invernaderos Belgas.
Claro está, las flores no son solo un atractivo turístico. Los belgas tienen una relación con las flores diferente a la que tenemos en España. Bien sea por la tipología de flores que crecen aquí; por su herencia histórico-cultural o por el contraste estético que aportan a las tonalidades grises del paisaje belga: los jardines públicos de muchas ciudades están llenas de flores en primavera; son un objeto de intercambio muy cotidiano, y periódicamente se celebran mercados de flores (como en el Kouter de Gante, “la capital de las flores belga”) Aun así, también está claro que el aprecio a algunas flores no es tan grande como en los países bajos (donde existió durante unos años la tulipomanía, un acontecimiento especulativo muy interesante!)