¡Hallo Erasmus!
Hace unos días que no me pasaba por aquí y es que los días de más sol en Gante han coincidido con el resfriado colosal que me ha llevado hasta las puertas de la sanidad belga. Tranquilos, no es el COVID, son mis defensas… De aquí os saco un consejo: cuando lleguéis aquí además de friets y waffles comed algo de fruta :-).
Ahora que ya estoy mejor os traigo con mucha ilusión el primer post/panel de un tríptico muy especial dedicado al Arte y a Van Eyck. ¡Vamos a por ello!
Como ya sabréis este año 2020, pensado ad hoc para celebrar al célebre pintor Van Eyck, no ha sido como todos los esperábamos por motivos evidentes. Como aficionada al arte, he querido visitar todo lo que Gante podía ofrecerme relativo a Van Eyck y me he hallado haciendo actividades muy distintas, unas que se aproximan a Van Eyck de forma «tradicional» y otras que proponen nuevas experiencias. En esta primera parte os voy a explicar mi recorrido más «tradicional» contándoos el valor de mi visita al Museo de las Bellas Artes (MSK) como preliminar a la visita de La Adoración del Cordero Místico.
Comparar para entender: la colección permanente del MSK
Si no somos aficionados al arte, a priori quizás puede ser difícil comprender por qué Van Eyck goza de una gran aura y reputación. La Adoración del Cordero Místico puede parecernos una más de entre las múltiples producciones artísticas que se acumulan detrás de las paredes y cristales de los museos. Por eso, antes de acudir a la Catedral de San Bavón a visitarlo, decidí hacer una visita al Museo de las Bellas Artes (una visita por cierto muy económica, el billete cuesta 2 euros si eres menor de 25 años). Aunque la exposición «Van Eyck, una revolución óptica» ya no está disponible, pude hacer todo el recorrido por su colección permanente: una visita que según mi opinión ayuda a entender el valor de Van Eyck. Además, la visita nos permite admirar algunos cuadros de pintores archiconocidos como el Bosco o Rubens y hasta algunos más familiares para los españoles como Jaime Huguet. La museografía es muy acertada ya que nos permite seguir un recorrido cronológico y temático (algunas salas se agrupan por cuadros con temáticas similares y autores distintos).
En salas como las dedicadas a los retratos o bodegones podemos aprender mucho sobre Van Eyck sin Van Eyck estableciendo comparativas. Nos daremos cuenta como la temática compartida de los lienzos nos permite fijarnos en otros detalles como el estilo propio de cada autor según su nacionalidad o época. Si visitamos la sala de los retratos pafinando la vista comprenderemos las diferencias de la técnica entre distintos autores: podremos observar tanto la pintura atmosférica y equilibrada de los cuadros del siglo XVI franceses como las pinceladas más impresionistas de los autores ingleses románticos (podemos ver este ejemplo en las imágenes superiores).
Aventurarse en el arte significa ponerse el sombrero de detective e intentar desmenuzar cada uno de sus códigos y símbolos. Es lo que debemos hacer cuando avanzamos hasta el pasillo de la naturaleza muerta y los bodegones, géneros religiosos y con una densa carga simbólica… ¡además de típico de la pintura flamenca!
En esta aparecen sus elementos más característicos: la calavera, el reloj de arena, la pipa… todo ello símbolos que aluden a la volatibilidad de la vida y al tópico memento mori.
Todo buen detective debe llevar siempre encima una lupa… y si queremos entender lo que nos ofrece Van Eyck, ¡una doble! Aún en los bodegones podemos entrenar esta habilidad, la de identificar los distintos niveles de detallismo que ofrecen los cuadros.
Las flores marchitadas, lo brillante de las cerezas pero sobre todo la rugosidad de la piel de la naranja son texturas que no se nos pasan desapercibidas cuando observamos este cuadro del siglo… XVII.
Adorando la Adoración
Como decía antes, una visita al museo nos puede ayudar a valorar mucho más la tarea de Van Eyck. Después de pasar por el Museo de las Bellas Artes hemos conocido ya varias formas de hacer retratos, técnicas y pinzeladas distintas, la importancia de lo simbólico y el arte del detallismo. Sin embargo, todos los cuadros que he enumerado pertenecen al interval de entre finales del siglo XVI al XIX. La fuerza del Cordero Místico es que Van Eyck masterizó cada uno de estos elementos mucho antes -y otros muchos- a principios del siglo XV, creando pues, como es evidente, una verdadera «revolución óptica».
En el próximo post, la segunda parte del tríptico de Van Eyck, os explicaré cómo viví la visita al Cordero Místico, teniendo en cuenta otros factores muy importantes que no he mencionado aún: el lugar de exposición y el tamaño de la pintura…
¡Tot ziens erasmus!