Cajas, maletas, trastos a presión y cincuenta abrigos. Probablemente este sea vuestro equipaje de ida hacia vuestro destino erasmus, aquello con lo que habéis marchado de casa y con lo que creéis que no váis a sobrevivir sin. Hacer maletas es siempre difícil; deshacerlas es liberador.
Rehacerlas es otra cosa distinta.
Hoy estoy comprobando mi terminal de llegada al aeropuerto de Barcelona. Con mis amigos ayer discutíamos todo lo que ha pasado aquí en Gante e hicimos un ránking de nuestros mejores momentos. Destacamos las circumstancias excepcionales que hemos vivido, lo incómodo que ha sido llevar mascarilla durante la ola de calor de agosto y en lo ventajosa que ha sido, en cambio, cuando llueve. La decepción de no haber conocido las Gentse Feesten.
Con mi amiga de Limburg nos hemos despedido en el andén, mientras me decía que conservase la tarjeta del transporte para cuando visite Flandes de nuevo. La he metido en mi cartera, en un bolsillo interior más escondido. Ahora los futuros viajes con la «T-Jove» del metro de Barcelona van a substituir los largos recorridos con la SBCN que me han desplazado, literalmente, hasta las antípodas de Flandes.
Mi amigo italiano me ha escrito para decirme que antes de coger el avión me pase por su casa, que aún tiene mis apuntes de neerlandés. Aunque nunca lo hubiese dicho cuando llegué, creo que voy a echar de menos las conversaciones de mis compañeros del kot en las que entiendo poco menos que nada. Le respondo en inglés que no se preocupe, que mañana paso y así tomamos «een koffie» «insieme».
He estado borrando fotos borrosas del móvil. La mayoría son de cuando, después de más de una cerveza belga, alguien quería hacer un selfie para subirlo a instagram. En algunas se ve el sol poniéndose detrás de las nubes en Graslei, otras son de terrazas cerca de la Vrijdagmarkt. Hay vídeos también, en los que mis amigos belgas critican lo mal que pongo la cerveza en la copa «Nee!! That is not 45 degrees!».
La chica de la cafetería ayer me dio dos speculoos. Normalmente me sentaba en la barra para estudiar o leer, pero ayer quedé con un amigo que había acabado las recuperaciones y quería despedirse cerca del barrio universitario, donde nos conocimos. Después pasamos por de Krook, mi lugar favorito en esta ciudad, para dejar unos libros.
Hace días que no veo boats en el Escalda y la gente ya no se baña en Blarmeersen. La última puesta de sol en el lago fue de película. Mi chubasquero rojo, de hecho, estos últimos días ha sido mi mejor vrienden en mi fiets. Ya hace semanas que decidí que lo del paraguas es para aficionados…
Estos meses en Gante, estas semanas de verano, han sido días que he puesto también en mi maleta. He tenido la oportunidad de compartir parte de ello con vosotros y espero que mi compañía, mis consejos y mi experiencia os ayude a vivir algo así de especial.
Todo lo que no pesa en la maleta, lo que se aprende, lo que se gana y lo que se pierde… es por lo que vale realmente la pena marcharse de erasmus.
¡No dejéis perder esta oportunidad!