Hasta hace un mes y medio aproximadamente, había vivido en la misma casa toda mi vida, llevaba veintidós años quedando con mis amigos de siempre en los mismos sitios y todos mis fines de semana solían acabar en las mismas ciudades. Veintidós años en mi zona de confort. Sin embargo, esto no podía durar mucho tiempo.
El veintisiete de agosto, mi aventura empezó. No la voy a tachar de locura, porqué fue la cosa más planeada de mi vida, pero sí que dadas las condiciones que se dieron, comenzó todo de una forma muy improvisada.
Así pues, junto con el agosto, llegó nueva casa, nuevos vecinos, nueva universidad y lo más importante… Nuevo supermercado de confianza. Todo esto suponía dejar atrás mi hogar con toda la gente que pertenecía a él.
Supongo que hasta aquí os parecerá una historia triste. Esperad.
Este mes y medio me ha servido para descubrir una infinidad de cosas. Y para descubrirme a mí.
Cuando mi madre me decía “ya lo entenderás cuando vivas sola” tenía razón. Y cuando mi abuela me decía “cuídate y come bien” también la tenía, no hay nada mejor que comer bien y sin prisas.
El horario de comidas español es una porquería. No hay nada más sano que comer a las 12:30 h y cenar a las 20:00 h (lo de la cena aún es una batalla que tengo que ganar).
No hay nada malo en separarse físicamente de la gente que quieres. Tu gente siempre será tu gente, a 100 kilómetros, a 1.000 i a 10.000.
Cuando te independizas ya no hay marcha atrás. Se vive muy bien sola y las tareas domésticas compensan la libertad de tomar tus propias decisiones.
En Flandes, tu perro es tu hermano, tu hijo o tu cuñado, pero nunca tu perro. Si quieres que te quieran, ten un perro. Y tranquilo, que te van a dejar entrar con él a todas las tiendas, supermercados y restaurantes, y además serás el más querido de tu ciudad.
Los atardeceres más bonitos están en Bélgica. Y la mejor emisora del mundo es N R J.
Pero lo más importante es que me he dado cuenta de que Bélgica es y siempre será hogar.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.