Hay ciertas experiencias que parece que solamente se pueden vivir en las películas. Planes improvisados, o excursiones que se deciden en el desayuno para salir nada más acabar el café. Son de ese tipo de cosas que fantaseamos hacer si viviéramos en un estudio de grabación y nos pudiesen prestar un todoterreno, gafas de sol, y un ventilador enorme para simular velocidad. Pese a todo, muchas veces no hace falta ningún atrezzo para poder improvisar algo. Sobre todo en Flandes, porque en nuestro caso Bruselas es nuestro estudio de grabación.
No teníamos ningún plan. Queríamos ir a dar una vuelta a algún sitio al aire libre, pero no sabíamos exactamente a dónde. Por el fondo norte se escuchó la idea: «¡el Atomium!» Hasta ahí, todo normal: la típica escena que te imaginas en la cabeza en cuanto sabes que tu Erasmus va a ser Bruselas. Sin embargo, lo que hace que pasemos de lo corriente a lo extraordinario es lo que nos encontramos al llegar. Y es que no solamente podemos hablar de ese maravilloso gran átomo capaz de haberse ganado la simpatía de turistas y no tan turistas; sino de todo lo demás que le rodea.
En nuestro caso, todo ese «lo demás» es el grande e imponente Parc de Laeken, situado en el barrio de Laeken, en el norte de Bruselas. Si bien hay muchos grandes parques que rodean al Atomium y que parecen mares de explanadas verdes, hoy os vengo a hablar de este en concreto: el Parc de Laeken, que es algo muy parecido a un bosque encantado, pero con magia buena. Si vivís por el centro y queréis ir andando, es posible llegar en una hora. Sin embargo, en el caso de que prefiráis hacer turismo de medios de transporte, también se puede llegar de forma directa en media hora, tomando la línea 6 del metro desde Rogiers, dirección Roi Baudouin.
Con un pequeño lago que actúa como la yema del huevo que representa este parque, nos encontramos con muchos senderos amplios y llenos de vegetación escondidos entre altos árboles de muchos colores. Por ellos es posible pasear, hacer ejercicio, o simplemente pensar mientras nos sentamos en algunos de los bancos situados a los lados. Y es que si no tenemos ganas de gym, este parque nos entiende y nos deja hacer un poco de ñam, porque podemos disfrutar de un gofre de alguno de los muchos puestos que están dispersos por el parque. ¿Cómo encontrarlos? ¡Solo sigue el olor a gofre recién hecho!
Lo mejor de todo es que ahora mismo las hojas se están tiñendo de colores cálidos que quieren ven un poquito más de cerca el suelo.Y os puedo asegurar que es imposible no sentir paz por todo el cuerpo cuando nos paramos momentáneamente y miramos cómo las hojas naranjas van cayendo entre troncos de árboles que se entrelazan desde la distancia.
Si seguimos atravesando todo el parque, el premio es doble, porque acabaremos encontrándonos con la residencia oficial de la familia real de Bélgica, el Château de Laeken, en un lado del camino; y con el Monumento a la Dinastía (o Monumento a Leopoldo I) en el otro.
Aquí os dejo un pequeño vídeo que espero que pueda servir como demostración de que en Bruselas podemos vivir perfectamente un plan inesperado digno de película sin tener guion:
¡Muy buen día, protagonistas!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…