Es complicado responder a un halago. Hay mil formas y todas de ellas son válidas: sonreír y agradecer eso bueno que se nos ha subrayado momentáneamente, ponerse nervioso y negarlo sin pensar, sonreír tímidamente y girar la cabeza porque no queremos seguir hablando del tema, o sonreír abiertamente y halagar de vuelta a la otra persona para acabar hablando de gustos y aficiones.
Hay muchísimas formas de responder a ese halagador y fugazmente incómodo momento. Sin embargo, todo depende muchísimo de la persona…o el lugar.
Ayer quisimos levantarnos pronto para coger el tren con destino Gante. Paquetes de jamón serrano abriéndose para hacer bocadillos, el ritmo del cuchillo cortando tomates para las futuras ensaladas de guarnición y algún que otro «ya me cogeré algo allí» eran sonidos que inundaban la cocina por la mañana.
Una vez las mochilas tenían el olor a picnic impregnado en su interior, nos dirigimos a la estación de Bruselas Norte. Desde allí, pudimos coger la oferta para el fin de semana en el que se pagan diez euros por un billete que incluye ida y vuelta. Después de una sola parada en el tren que tiene como destino final Brujas, ahí estábamos nosotros en escasamente una hora: en Gante.
Y qué maravilla.
Anduvimos desde por la mañana hasta que la noche estuvo cerrada, recorriendo cada puente y cada línea del tranvía que atraviesa imponentes torres, como señalando que la comunicación entre lugares y personas siempre ha traspasado épocas. Después de todo esto: de comer a las orillas del río, de pisar cada adoquín de la ciudad y acabar con un ligero dolor de cuello de tanto mirar los edificios históricos, estábamos volviendo a la estación en silencio pensando en el día hasta que una amiga dijo: «es la mezcla perfecta de Bruselas con Brujas».
Y creo que no hubiera sido capaz de pensar en un halago mejor que describiese tan bien a Gante. La sensación de aire fresco y modernidad que te hace sentir Bruselas por sus calles salpicadas de edificios que parecen explicarte historias de siglos atrás, se mezcla con la magia de Brujas y sus pequeñas casas a orillas de canales narradores.
Por eso, después de enumerar todos los ingredientes que hacen que Gante tenga el encanto de ambas ciudades por partida doble, la inevitable pregunta me llegó a la mente: ¿cómo respondería Gante a un halago?
Muy probablemente siguiendo como es. Te agradecería en flamenco o inglés y te enseñaría las casas que decoran como un marco al río Leie, y que atraviesa la ciudad como una estrella fugaz permanente. Le quitaría importancia a sus virtudes mientras te recomienda un lugar de gofres estupendo en la Groentenmarkt justo en frente del monumento, en el que añaden azúcar por dentro. Sonreiría y te haría un tour por el interior de todas esas imponentes fachadas de antiguos edificios que tiene, mientras te cuenta la historia de todas ellas.
Aquí os dejo un pequeño vídeo en el que descubrimos todo esto:
Y es que si Gante se mantiene como es, quien recibe el halago no es solo esta maravillosa ciudad flamenca, sino el visitante que tiene la suerte de descubrirla.
¡Muy buen día!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…