Cuando en las películas de los domingos por la tarde los guionistas quieren añadir un poco de tensión a la trama, hay una oración muy socorrida que se puede utilizar cuando los dos protagonistas están a punto de embarcarse en una gran aventura: Antes de que sigamos con esto, hay algo que tienes que saber de mí. Esta pre-confesión suele ir seguida de anuncios mientras nos quedamos con la duda no solo del protagonista, sino también de nosotros mismos. «¿Yo qué diría?»
Todos tenemos algo de lo que tienen que saber de nosotros. No tiene por qué ser algo tan increíble como que somos espías o que varios países nos han vetado la entrada. Pueden ser cosas como que nos gusta la pizza con piña, que somos más de gatos o que la tortilla no es tortilla si no lleva cebolla. En mi caso, sin embargo, lo que diría en ese momento dramático típico de una revelación es que sí: irremediablemente, adoro la Navidad. De hecho, mentiría si dijera que me hacía muchísima (muchísima) ilusión pensar que iba a estar en Bruselas durante la Navidad, casi tanto que el mismo hecho de irme de Erasmus.
El frío fuera y el calor de un chocolate caliente dentro; las tres mantas encima mientras comentamos una película y comemos chocolate de cualquier tipo; la música de Frank Sinatra; decorar la casa con cosas que luego no sabemos dónde poner, decorar el árbol con bolitas que es mejor no tocar dos veces porque se van a caer sí o sí… y las luces, sobre todo las luces.
Son puntos de luz que, una vez más como siempre pasa con Bruselas, nos calientan por dentro. Todas las calles están iluminadas, como fuegos fatuos que parecen guiarnos amablemente pero con decisión al árbol de una Grand Place que para mí ya no tiene adjetivos para describirla. Una maravilla. El tipo de maravilla por el que empezarías un párrafo nuevo simplemente para hablar con detalle de cada rama decorada.
Se trata de un árbol de 18 metros de altura que viene del jardín del Hôtel de la Chaumière du Lac en Robertville. Decorado con multitud de luces con todas las formas, es imposible no quedarse menos de media hora mirando cada adorno y cada reflejo en las ramas, disfrutando de ese árbol rodeado de la luz propia que desprende la Grand Place.
Aquí os dejo algunas de las fotos de este regalo navideño, porque si Bruselas tuviera que continuar la oración de Hay algo que tienes que saber sobre mí, sería que, irremediablemente, tiene luz:
¡Muy buen día, navideños!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…
2 comentarios
¡¡Qué bonito!!
Sí hay que me gusta de la Navidad es su luz. Gracias por traernos estas maravillosas fotos.
¡Totalmente! Me alegro muchísimo de que te gusten, ¡gracias a ti por leerlo!:)