Comer es un placer. Hay veces en las que nos damos más cuenta que otras, pero comer nos hace felices. Lo sentimos con ese buen cocido que nos reconstruye por dentro, el café y el croissant recién hechos de una mañana especial, el cuenco de patatas fritas después de trabajar todo el día, o esa tarta de cumpleaños que nos da el doble de alegrías que de calorías.
Todo lo relacionamos con comida, incluso si no lo pensamos. Todos nos hemos preguntado alguna vez a qué saben las nubes, hemos salivado porque creíamos haber olido un gofre o pan recién hecho, y hemos dicho que algo nos ha dejado buen sabor de boca; como si le quisiéramos hacer un tributo a la comida a través del vocabulario. Hay veces, sin embargo, que ocurre justo lo contrario: hacemos tributo a algo con comida.
En nuestro caso ese «algo» a lo que hacemos tributo es la Historia, y la comida elegida son los Merveilleuses y los Incroyables. Concretamente, nos vamos casi doscientos años atrás, con el Directorio francés y su vuelta a la vida de la alta sociedad. Los salones volvieron a abrirse para convertirse en los puntos de encuentro de la nueva elegancia, personas excéntricas llenas de lujo y exageración. Eran las llamadas Merveilleuses y los Incroyables, el origen de algo tan maravilloso como son dos dulces ahora típicos en la región, y que se venden especialmente en un lugar: Aux Merveilleux de Fred.
De acuerdo, ya sabemos de dónde vienen, pero ¿qué son? Se trata de merengues recubiertos con montones de virutas de diferentes sabores; y cada uno de ellos tiene un nombre específico. Por ejemplo, las merveilleuses son las que están espolvoreadas con chocolate negro, mientras que en los incroyables, las escamas son de Speculoos. Pese a todo, también podemos encontrar los sabores de café, licor de cereza o avellanas y almendras caramelizadas, y reciben el nombre de the impensable, the excentrique y the magnifique, respectivamente. En el caso de las merveilleuses y los incroyables, es posible pedirlos en tamaño pequeño, mediano, o en formato de tarta.
Otro dulce típico de Aux Merveilleux de Fred que es una perdición en la que yo me metería de cabeza una y otra vez son los llamados cramiques. Se tratan de brioches que podemos encontrar con pasas, pepitas de chocolate, o azúcar. Parece simple, pero lo mejor de todo (y lo más complicado de conseguir) es la textura. Por fuera puede parecer durito, pero una vez le das el primer bocado, hasta las pepitas son esponjosas; y eso es lo que hace que esté tan bueno, que te deje una pequeña sensación de abandono una vez te lo acabes. Si queréis ver todas los dulces que ofrecen además de los que os he mencionado, o tenéis ganas de conocer un poquito más, pinchando aquí iréis a la página oficial de la pastelería.
A pesar de que ahora mismo podemos encontrar muchísimas tiendas en toda Bélgica (Bruselas, Gante, Brujas, Amberes…), Francia e incluso en otros continentes, todo comenzó en Lille. Un joven pastelero llamado Frédéric Vaucamps quiso innovar la receta ya existente de los llamados Merveilleuses e Incroyables, y pronto su pastelería comenzó a estar tan concurrida como los salones que se llenaban a finales del siglo XVIII durante el Directorio.
En el caso de Bruselas, se encuentra a escasos pasos de la Grand Place, así que parece inevitable comprar un pequeño incroyable, un cramique para más tarde (aunque al final nos lo acabemos comiendo en el mismo momento), un café también de Aux Merveilleux de Fred, y visitar la Grand Place mientras comemos. Recorriendo la plaza con la misma sensación que lo que estamos comiendo: maravillosa e increíble.
¡Muy buen día, golosos!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…