Que me perdone La Funambule porque yo no quería. De verdad que no. Desde el primer día en el que quise probar un gofre en Bruselas, el lugar siempre ha sido La Funambule (si pincháis aquí, os redirigirá a un post que hice en el que os comentaba todos los datos necesarios sobre esta maravilla de gofrería). Y no me gusta tener favoritismos, en serio, pero hay veces que simplemente parece inevitable.
Sin embargo, nadie dijo que los favoritismos tuvieran que ser individuales; y si alguien lo hizo, no puedo evitar desmentirlo. A pesar de que ha sido La Funambule en Bruselas quien me ha hecho creer en el amor más puro por un gofre, he encontrado su sinónimo absoluto en Lovaina. Y lo admito, sí, puedo decir sin temor a equivocarme que ha sido aquí donde he probado el mejor gofre de mi Erasmus: en la gofrería Pinocchio de Lovaina.
Situada muy cerquita del ayuntamiento de Lovaina (en Margarethaplein), se trata básicamente de un puesto que podría hacerse pasar por un simple lugar en el que pedir algo dulce después de pasear por una ciudad estudiantil y llena de historia a partes iguales. Pero ni mucho menos. Primero, es el lugar con los mayores gofres que he visto de entre todas las ciudades que hemos visitado. ¿Y la textura? Simplemente una auténtica maravilla: crujiente por fuera, casi rozando la expectativa de que estaría duro; pero muy blandito por dentro, del tipo de blandito que quieres separar con las manos para ver cómo las hebras de la masa se separan dulcemente.
A pesar de todo esto, de que ninguno de los gofres que pedimos tenía pegado un poquito del caramelo que se suele quedar en la masa, de que todos y cada uno de los gofres duraron mucho menos de lo que nos hubiera gustado, y de que el simple sin ningún topping solamente costaba dos euros, muy probablemente no fuera únicamente el gofre lo que hizo que amase tantísimo esta tienda; sino el lugar en el que estaba: Lovaina.
Lo único que conocía de este lugar era que tenía todo lo que debía tener un lugar estudiantil: montones de edificios y escuelas con estética de asimilar bien conceptos. Sin embargo, lo que me encontré fue una ciudad que vibraba arquitectura, juventud y tradición.
Paseando por sus calles nos encontramos rodeados de los típicos edificios con arquitectura belga que jamás me cansaré de fotografiar, calles empedradas flanqueadas por tiendas de todo tipo, y sobre todo muchísima vida. Juvenil especialmente debido al gran número de centros educativos que hay, pero eso no hace que por cada esquina se pueda sentir la historia. Especialmente su imponente ayuntamiento, cuyo edificio es simplemente arte, porque parece obligarte a parar y observar detenidamente cada posible detalle.
Sin embargo, otra cosa que nos gustó muchísimo fue la parte verde de la ciudad, y especialmente el Parc Saint Donat, que a pesar de situarse muy cerca del centro de la ciudad, las extensiones de verde no parecían querer limitarse de ninguna manera.
Aquí os dejo un pequeño vídeo en el que os muestro cómo fue este día en Lovaina y cómo lo vivimos:
Es muy complicado no tener favoritismos en algún momento, pero con sinónimos tan absolutos como La Funambule de Bruselas y Pinocchio de Lovaina, ¿quién puede o quiere evitarlo?
¡Muy buen día, favoritos!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…