¿Quién dice que todo lo hermoso deba ser admirado por todos?
La mayoría de las personas, en las que yo también me incluyo, paseamos con prisa, con intención de llegar cuanto antes a nuestro destino, ya sea bosque, universidad o supermercado. Tenemos hasta tal punto un cronómetro instalado en nuestras rutinas que se nos hace muy complejo parar y contemplar, disfrutar del camino sin pensar en la meta.
Y es que esto, señoras y señores, me sucedió hace unos días, cuando me dirigía a pie hacia el lago Kessel-Lo. Si se inicia el trayecto desde el centro de Lovaina, desde la plaza Ladeuzeplein (como fue mi caso), es muy probable que se crucen con un hermoso rio y con patos paseando entre los árboles. Sin embargo, no fue esto lo que llamó mi atención, ya que las personas que caminaban por delante de mí, antes de seguir su camino, se paraban a contemplar el agua y sacaban un par de fotos a los patos mientras estos echaban la siesta ocultando la cabeza entre las plumas.
Fue un poco más adelante cuando ocurrió el suceso, a cinco minutos de la entrada del lago, 3010 Lovaina. Nadie, absolutamente nadie, se paró a contemplar los murales de su derecha, NADIE, ni yo misma. Fue mera casualidad el hecho de darme la vuelta y observar, en conjunto y desde la distancia, los colores del camino. Aquellas obras no tenían público, y ni siquiera nos preguntábamos el nombre de sus autores. Pero, una vez cerca de ellas y contemplados sus matices, al menos por cinco segundos, jamás nos volverán a pasar desapercibidas, te lo aseguro.
Asique, señoras y señores, yo aquella tarde iba en busca de un lago y sin quererlo me tropecé con una familia de patos y con decenas de obras de arte. Pero, lo mejor de todo, es que la próxima vez que realice el mismo camino o pasee por otras calles, estoy convencidísima de que me tropezaré con otros detalles y con muchos otros artistas que hasta hoy había ignorado.
Olvídense el reloj en casa y observen Lovaina muy de cerca, que no produce agujetas y además, es ¡GRATIS! 🙂