Señoras y señores, estoy convencida de que cuando escuchan la palabra »Bruselas», les viene a la cabeza la Grand Place, las galerías Saint Hubert, Manneken Pis o tal vez el palacio de la Justicia. Sin embargo, hoy les vengo a demostrar que cuando alguien visita una ciudad, no se enfrenta a primera vista con sus lugares más estigmatizados socialmente, necesita conocer su historia para descubrir su doble filo.
Se trata del distrito Bajo Molenbeek. Uno de los diecinueve municipios de la Región de Bruselas-Capital. El 1 de enero de 2019, contaba con 97 462 habitantes. Esta periferia enfrenta un gran número de problemas estructurales, desde altos índices de desempleo, hasta hacinamiento en las viviendas, delincuencia… Sus habitantes cargan a las espaldas el estigma de ser asociados al fracaso y al extremismo religioso. Los barrios, una zona de clase obrera con comercios gestionados principalmente por inmigrantes, son considerados inseguros y desagradables.
Sin embargo, algunos vecinos salen a la calle y denuncian los prejuicios de quienes no viven allí. Defienden que Molenbeek es un barrio seguro y tranquilo y que, a pesar de sus conflictos sociales, la mayoría de sus habitantes son gente honrada. Aseguran que los comentarios acerca del barrio no representan a sus habitantes y que, en muchas ocasiones, las personas que cometen los actos vandálicos no son sus vecinos, sino que provienen de otras zonas de Bruselas.
Ambos pensamientos son incompatibles y andan en lucha continua. Asimismo, el hecho de que la gente crea que Molenbeek es un barrio peligroso promueve que nadie quiera vivir allí, aislamiento, factor que agrava los prejuicios del lugar y los estereotipos hacia sus habitantes.
Si algún día tienen la oportunidad, visítenlo, quizás no les agrade o quien sabe, tal vez sí, pero creo que la historia y los testimonios de su gente les sorprenderán más que la Grand Place, las galerías Saint Hubert, Manneken Pis y el palacio de la Justicia.
Recuerden: ‘‘No es oro todo lo que reluce.»