¿Ya habéis ido a los mercaditos navideños alguna tarde de estas, verdad? Si no lo habéis hecho todavía, quizás sea el post que esperabais… Si lo que os da reparo es quedaros helados porque de noche caen las temperaturas bastante en las ciudades belgas, esta es sin duda la solución perfecta: hoy os traigo chocolate, vino caliente y otras maneras de no pasar frío.
Lo primero que tenéis que saber es que el chocolate caliente en Bélgica no es el chocolate a la taza español, se parece más bien a un vaso de leche con cacao en polvo. En algunos puestos lo llaman Cécémel, que es la marca comercial. Lo segundo, es que el vino caliente de hecho está delicioso, pese a los prejuicios que podamos tener. Sabiendo esto, ¡comenzamos!
¿Por qué estas bebidas, y precisamente aquí? El chocolate no necesita mucha explicación, hemos hablado muchas veces ya sobre su sabor y su fama. Sin embargo, el vino caliente causa más reparos. Se trata de una receta clásica de los mercadillos navideños de Europa Central, aunque a los españoles en un principio no nos convence la idea. Como el vino se sirve frío, no entendemos el sentido de esta bebida. Sin embargo, sería un error no probarlo.
Motivos para decir «sí» al vino caliente
En el ambiente realmente navideño que se respira durante el Adviento belga, lo encontraréis en cualquier puesto. Normalmente, un vaso os costará alrededor de 3€ en Bruselas. En francés, se le conoce como “vin chaud”. Aunque la denominación cambia en otros idiomas, su receta no varía demasiado. El ingrediente principal es evidentemente el vino tinto, al que se le agregan azúcar, naranja y especias (entre ellas, canela, clavo, rayadura de limón y anís estrellado). Lo mejor es escoger una variedad afrutada, ya que esa es la esencia de la bebida, y sin una graduación alcohólica demasiado elevada. De hecho, quizás os pueda evocar el sabor de la sangría.
Desvelamos su receta (una de ellas)
Dadle una oportunidad y no os arrepentiréis, porque además os dejará las manos calentitas. Y si en casa tenéis nostalgia, no necesitáis más que juntar todos estos ingredientes y ponerlos al fuego muy lentamente, sin permitir que hiervan. Primero se calientan el vino y el anís, hasta poder percibir el olor de las especias. En este momento, se añaden la ralladura del limón, la canela, el clavo y la naranja. Se deja a fuego medio en torno a 20 minutos, mientras se suman el azúcar o la miel, removiendo para que se disuelvan y se integren en la mezcla. Después se apaga el fuego y se deja sirve en tazas. Si lo preferís, lo podéis dejar reposar para que infusione, y recalentarlo a la hora de beberlo.
Tened en cuenta las proporciones: por cada botella de vino, harán falta entre 60 y 120 gramos de azúcar (según lo que os guste el sabor dulzón), 3 ramas de canela, 4 partes de clavo, una naranja entera, la cáscara de un limón y un anís estrellado. Siempre se le pueden poner otras frutas, al gusto. Ya me contáis qué opina vuestra familia de este descubrimiento de vuestro Erasmus…
¡Que aproveche, y nos leemos pronto!
Me presento, me llamo Julio Yustas, tengo 23 años y voy a ser parte del equipo de corresponsales que, durante el próximo semestre, va a intentar que disfrutéis de Flandes al menos tanto como nosotros.
Vengo de Valencia, donde estudio el Máster de Ingeniería Industrial en la Universitat Politècnica de València. Durante los dos próximos años, disfrutaré de Bruselas gracias a un acuerdo de doble titulación por el que estudiaré el Máster en Ingeniería Electromecánica en la Université Libre de Bruxelles (ULB).
Me considero una persona bastante proactiva y es difícil que no me encontréis embarcado en alguno de mis múltiples proyectos. Mi tiempo libre lo dedico principalmente a pasar tiempo con mis amigos, viajar, la fotografía y la cocina.