Una de las cosas que Bruselas tiene frente a otras ciudades, es la naturaleza dentro de la ciudad. Entre sus múltiples parques, y los bosques que la rodean, es de las metrópolis más verdes según datos oficiales. Sin embargo, es una pena que este verdor no se pueda disfrutar durante todo el año, debido a los meses invernales de pocas horas de luz o las lluvias frecuentes que no invitan a pasar el día fuera. Aun así, hasta para eso tienen la solución… ¿Qué os parece si os digo que también tienen naturaleza que se puede visitar y recorrer sin mojarse? ¿Que existe un pequeño bosque tropical a cubierto? Hoy daremos una vuelta por la naturaleza a cubierto en los invernaderos reales de Laeken.
Paseos primaverales
No se encuentra entre las primeras atracciones de las guías turísticas, y es porque no suelen estar abiertos al público. Únicamente entre abril y mayo es cuando se puede pasear entre los pabellones de este complejo de 26000 m2, cuando las plantas están en flor. Vale la pena ir entre estas tres semanas, ya que la entrada es muy barata (en torno a 2’5€) y es una experiencia irrepetible en el resto del país.
Para completar el día, si hace buen tiempo, se puede acompañar la visita con un paseo tranquilo por el vasto parque de Laeken.
¿Un capricho real?
La vegetación de aquí no se corresponde con los bosques del resto de Bélgica, ya que se trata de un invernadero, calentado artificialmente. Las palmeras predominan el paisaje bajo la bóveda de cristal, y plantas florales de otras latitudes le otorgan colores y olores magníficos. La existencia de este lugar tropical en Bruselas se debe al rey Leopoldo II, quien lo mandó construir para albergar su amplia colección de plantas, y además acoger a sus invitados internacionales. En aquel momento, pretendía impresionar a los enviados de otros países con esta y otras obras faraónicas en la capital. Como para recibirles allí le convenía vivir cerca, trasladó la residencia de la familia real belga a las proximidades, en el Castillo Real de Laeken.
Pese a su exoticismo, sí tiene algo muy local: el diseño en el estilo del Art Nouveau, palpable en el vidrio y metal que componen el complejo. De hecho, aunque el arquitecto oficial fue Alphonse Balat, Victor Horta participó como aprendiz en su construcción.
Un regalo para el público
Personalmente, no sé mucho de plantas, pero se trata de un auténtico jardín botánico que hace las delicias de cualquier persona gracias a su espectáculo vegetal. 35 jardineros que trabajan a tiempo completo se encargan de mantener su apariencia, cuidada pero salvaje, elegante pero explosiva. Destaca sobre todo la colección de 300 variedades de camelias, las favoritas del antiguo rey. Otros de los ejemplares datan de cuando se levantaron los invernaderos hace más de 120 años, y algunos provienen incluso de la colonia privada que tenía el rey en el Congo.
De todas las salas, cúpulas, pabellones y galerías que los interconectan, el Jardín de Invierno se trata del más impresionante, la cúpula central de esta “catedral” botánica. Era precisamente aquí donde tenían lugar las recepciones reales, lo que suponía un escenario increíblemente efectivo para lo que Leopoldo II pretendía: impresionar. Y no hay más que observar este palacio de cristal para comprobarlo…
¡Nos leemos pronto!
Me presento, me llamo Julio Yustas, tengo 23 años y voy a ser parte del equipo de corresponsales que, durante el próximo semestre, va a intentar que disfrutéis de Flandes al menos tanto como nosotros.
Vengo de Valencia, donde estudio el Máster de Ingeniería Industrial en la Universitat Politècnica de València. Durante los dos próximos años, disfrutaré de Bruselas gracias a un acuerdo de doble titulación por el que estudiaré el Máster en Ingeniería Electromecánica en la Université Libre de Bruxelles (ULB).
Me considero una persona bastante proactiva y es difícil que no me encontréis embarcado en alguno de mis múltiples proyectos. Mi tiempo libre lo dedico principalmente a pasar tiempo con mis amigos, viajar, la fotografía y la cocina.