Hola a todos,
Hoy escribiré un post que, pese a que etiquete como música y fiesta como llevo haciendo los últimos 5 meses, despierta en mí una amalgama de emociones, a priori, poco festivas. Este será mi último post como corresponsal en Flandes: mi erasmus en Bruselas ha llegado a su fin. Es, por tanto, una despedida a una ciudad que me sugiere muchos nombres y apellidos, lugares y momentos concretos, como el que recordaré a continuación.
En el cumpleaños de una de mis amigas más cercanas de estos meses, empezando el mes de marzo -ilusas, ¡con lo que quedaba todavía!- se nos ocurrió ir a nuestro parque favorito y, entre otras cosas, pintar un lienzo juntas. El erasmus era nuestro punto en común y la temática del cuadro era evidente.
“¡Dibujad qué ha representado el erasmus para vosotras!” Después de unos cuantos tímidos dibujos de gofres, patatas y cervezas, las ideas empezaron a traspasar lo material.
La cumpleañera rompió el hielo: rápidamente dibujó una linea que subía y que bajaba, “como una montaña rusa”. La lógica era aplastante y compartida por todas las presentes: muchas veces nos hemos sentido arriba, «de subidón», felices como si estuviéramos en las nubes. Es un sentimiento de alguna manera fácil, todo está a nuestro favor y una de nuestras tareas principales es disfrutar. Sin embargo, los momentos de tristeza y quizás de soledad no se pueden (ni se deben) esconder. Y ese es un mensaje que me hubiera gustado recibir de un estudiante anterior: un erasmus no es irreal. Al final de esa «atracción de feria», uno aprende un claro mensaje: después de esa bajada, volverá una subida. Y, en esta nueva realidad, tiene incluso más probabilidades de ser más excitante que las anteriores.
Otra de mis amigas dibujó un gran grupo de gente. El erasmus es un caldo de cultivo de amistades. Y si las tuviera que diferenciar de las que había tenido antes, les otorgaría el beneficio de ser las más diversas. Sin prejuicios. Tal vez por eso tan valiosas. Después, dibujó un aura de luz a una de esas líneas que representaban cuerpos humanos, en este caso a ella misma. Se aprende a disfrutar enormemente de la compañía, pero también de la soledad, la misma que nos asustaba terriblemente al comienzo de la experiencia. Y el “he sido capaz” de final del erasmus es un gran bonus para nuestras autoestimas.
La tercera de mis amigas dibujó un avión. Añadió un comentario: “no es un simple avión, es una representación de que no existen las fronteras”. Las de los países, hace tiempo que no las conocemos. Hemos explorado todos los rincones de la región de Flandes, de Bélgica y de Europa. Pero, dándole una vuelta de tuerca al asunto, la ausencia de fronteras no se limitaba a la geográfica. Las fronteras entre momentos, las fronteras entre personas… La línea entre lo imposible y lo posible se difumina tanto que prácticamente no existe esa categoría. Y, de alguna manera, es un punto de vista inherente a la juventud. Así, podríamos decir que un erasmus es, por tanto, la juventud en su máxima expresión.
Unos meses más tarde, y con la amalgama de emociones de la que hablaba al principio de este -perdón si demasiado largo- texto como principal herramienta de pintura, se me vienen a la cabeza otras muchas ideas que, para que el cuadro hiciera la mayor de las justicias, querría representar en él: la capacidad de adaptación, el amor desde la memoria, las habilidades de idiomas, la curiosidad infinita, la multiplicación de los segundos del día, la flexibilidad mental, la eficiencia, la paciencia con uno mismo.
No me olvidaría de un pequeño logo de Erasmus en Flandes. Ser corresponsal durante 5 meses me ha dado la oportunidad de quedarme con la boca abierta al conocer el arte, patrimonio y cultura de la región de Flandes y, sobre todo, me ha animado a exprimir al máximo cada segundo de mi estancia aquí.
De haberme quedado con el cuadro, lo habría colocado en un lugar en el que rompiera con el fondo. Por ejemplo, en una pared azul cielo. Así me recordaría, de alguna manera, que se trata de una breve ventana temporal, como una isla, rodeada por delante (el futuro), por detrás (el pasado) y a los lados (el durante) por una realidad en la que existe mi mundo “real”, si me permitís la redundancia, y a la que debo infinita gratitud. Sobre todo a mis padres, que siempre me mantienen a flote; a mi hermana, quien tuvo que aprender a recibir cariño por teléfono; y a Pablo, quien apostó siempre sin dudar.
Mirando el cuadro, aparecerían inmediatamente en mi cabeza Shei, Melús, Marta, Titri, Noli, Balloni, Lucero, Diego, Unai, Laura, Fran, Juanjo, Patri, Pati, Rous, Nati, Báguena, Diego, Mateo, Alice, Vitto, Sofia, Loreto, Carmen, Lucía, Bailon, Paula, Mathis. A todos vosotros: recibiré, cuidaré y alimentaré con infinito cariño cada recuerdo que me acerque a vosotros.
No dejaré de escribir de Flandes y de Bruselas, a partir de ahora por el placer de traer a mi mente todos los recuerdos dulces que ya forman parte de mí. Por eso, aunque en este blog sea el último, hoy también lo diré: hasta la próxima.
Luz
Me llamo Luz Tena Rami, tengo 22 años y soy de un pueblo de Huesca, de Barbastro. Estudio medicina en Barcelona, donde he vivido ya 4 años. Las ganas de vivir nuevas experiencias me trajeron hasta Bruselas, ciudad que lleva sorprendiéndome desde septiembre y que continuaré explotando hasta junio, el final de mi Erasmus.
Este primer cuatrimestre he aprovechado mis ratitos libres para viajar, he visitado muchos países, pero sobre todo he recorrido Bélgica y, en concreto, la región de Flandes. He descubierto lugares increíbles, una gastronomía y una cultura flamenca muy rica que voy a tratar de transmitiros haciendo la mayor de las justicias estos 5 meses que tenemos por delante.