Ha llegado el momento de que me despida y concluya mis posts como corresponsal de arte. Creo que he estado posponiendo este momento porque despedirme del blog, de alguna forma, implica despedirme también de mi experiencia Erasmus. Mudarme a Amberes estos últimos meses ha supuesto un capítulo importantísimo en mi vida, y puedo afirmar que no vuelvo a Barcelona siendo la misma, no del todo al menos.
Irse de Erasmus es intenso, incluso abrumador al principio. Te ves sola en un país y ciudad nueva, y asumiendo un sinfín de responsabilidades con las que antes no contabas. Pero de la mano de todas esas complicaciones viene también una completa libertad para elegir cómo abordar todos los aspectos de tu vida. Y si bien llegas sintiéndote desvalida, te descubres como alguien autosuficiente y resolutivo, y eso es super empoderante.
En cuanto a los amigos, que te diría que son el nexo del Erasmus, era muy escéptica antes de llegar. Me costaba mucho creer que la gente estableciera vínculos tan fuertes en tan poco tiempo (al fin y al cabo tan solo estás unos meses) y me asustaba no llegar a hacer amistades reales con tanta facilidad. Me he sorprendido conociendo a gente maravillosa, de todas partes de Europa, que se han convertido en mi red de apoyo en una ciudad en la que no tenía una.
Para terminar, Bélgica y sus ciudades son el destino ideal para irte de Erasmus. El ambiente estudiantil es abrazado por las instituciones e incluso apoyado con muchísimas iniciativas. Las ciudades son muy paseables y están repletas de arte y arquitectura de primera categoría. Me siento muy afortunada de haber podido disfrutar del arte y cultura belgas en la profundidad que lo he hecho. Y espero haber despertado el entusiasmo a aquellos que hayan leído mis posts.