Ayer, 11 de noviembre de 2018, se cumplieron 100 años del final de la Gran Guerra, posteriormente conocida como Primera Guerra Mundial. Este gran conflicto bélico comenzó el día 28 de julio de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918 con la victoria aliada, si es que se puede hablar de victorias en una guerra. En Bélgica, país invadido, se llevaron a cabo algunas de las batallas más importantes de la Guerra: ayer visité una de las zonas que, hace 100 años, era campo de batalla.
La zona de Ypres (Ieper en neerlandés) fue una de las zonas afectadas durante la Primera Guerra Mundial en Bélgica. Un famoso poema de John McCrae, In Flanders Fields, relata la tristeza de un soldado al ver las amapolas crecer entre las cruces de sus compañeros fallecidos en los campos de Flandes. Por eso, la amapola se convirtió en el símbolo de memoria de todas las personas fallecidas durante la Gran Guerra en estos campos, y ayer decoró la solapa de los abrigos de muchas personas que visitaban la zona.
Varios museos recuerdan lo sucedido durante la Gran Guerra, como el Museo In Flanders Fields de Ypres, pero fue un pequeño museo en la localidad de Passendale (conocida internacionalmente como Passchendale) el que visité en el día de ayer. Desde los uniformes de los soldados de los diferentes países participantes hasta las bombas utilizadas durante el conflicto bélico pueden ser visitados en el museo, además de explicaciones redactadas y audiovisuales sobre el desarrollo de la guerra en la zona. Para conocer las condiciones de vida de los soldados que estaban en el frente, el museo ha reconstruído un búnquer y un fragmento de una trinchera alemana y otra inglesa, con algunos materiales originales empleados en la guerra.
Después de la visita al museo, nos dirigimos hacia un cementerio militar inglés: el Tyne Cot Cemetery. Miles y miles de lápidas blancas colocadas en filas perfectas llevan hasta una gran escultura en forma de cruz de mármol blanco. Muchas de las lápidas no llevan escrito ningún nombre: la mayor parte de las veces, no se podía identificar a los soldados fallecidos. Es por eso que, en el fondo del cementerio, en una pared se encuentran escritos los nombres de los soldados fallecidos en combate que no fue posible identificar.
En una de las lápidas, un mensaje que me impacta: “sacrificado por la falacia de que la guerra puede acabar la guerra“. Es el mensaje que la familia del fallecido decidió poner en su lápida.
Después de la visita al cementerio inglés, nos dirigimos a un cementerio del ejército alemán, aunque en el camino nos cruzamos memoriales a los soldados caídos de Canadá y Nueva Zelanda, entre otros. El cementerio alemán es más sobrio que el inglés: lápidas negras colocadas en el suelo recuerdan a los soldados alemanes fallecidos en la guerra, una gran fosa común en uno de sus extremos en la que descansan los restos de decenas de miles de soldados.
Justo en el exterior del museo, hay un cartel que indica direcciones: son los nombres de las ciudades que sufrieron un ataque con armas químicas y las fechas respectivas. La última, Siria en 2013. En la zona de Ypres fue donde se utilizaron por primera vez este tipo de armas, a pesar de la prohibición de varias convenciones internacionales, y parece que su uso no acabó en 1918.
Algunos de los soldados fueron identificados y descansan en cementerios militares; otros, descansan también allí, pero de forma anónima. Sin embargo, muchos siguen enterrados en los campos de Flandes, donde a día de hoy se cultivan hortalizas, donde a día de hoy las vacas pastan, donde a día de hoy parece que la vida continúa. Sepultados en los campos de Flandes, donde a día de hoy crecen las amapolas, por el horror de la guerra.
Me llamo Alejandro Caravaca Hernández, y seré el corresponsal de Turismo en Flandes y Bruselas en Lovaina durante el primer semestre del curso 2018/2019. Ya me iréis conociendo poco a poco (nos esperan 5 meses por delante) pero, a modo de presentación, os explicaré brevemente quién soy y qué espero de mi experiencia en Lovaina.
Nací en noviembre del 1997, hace poco menos de 21 años, y vivo en Montcada i Reixac, un municipio de la periferia de Barcelona. Estoy estudiando 4º de Pedagogía (por si alguien se lo estaba preguntando, no es lo mismo que podología ni que logopedia) en la Universitat Autònoma de Barcelona, una de las universidades públicas catalanas. Me considero una persona activa y sociable, y participo en iniciativas socioculturales del municipio donde vivo, además de ser representante estudiantil en mi facultad. Entre mis hobbies destacaría el teatro: formo parte de un grupo de teatro amateur en Montcada i Reixac. De hecho, hace unos meses estrenamos un musical basado en la película Moulin Rouge, en el que pude interpretar el papel del antagonista, “el Duque”.