Era un día normal y corriente, la alarma me despertó, me levanté a abrir las cortinas y de repente la felicidad me invadió por completo. ¡Estaba nevando! Me vestí deprisa y salí a disfrutar de la nieve y redescubrir Amberes, la cual estaba cubierta por un velo blanco. La ciudad que conocía había cambiado por completo, todo parecía distinto.
Me dirigí hacia el Begijnhof y nada más cruzar la puerta parecía que había entrado en una película o en un cuento de hadas. Estaba incluso más bonito y silencioso que de costumbre, por lo que no pude evitar recorrerlo entero.
Paseando por sus calles me di cuenta de que, a diferencia de otros lugares, la ciudad no se había paralizado, todo lo contrario, los coches y las bicis seguían circulando, la gente andaba con total tranquilidad, ¡incluso algunos salían a correr!
Finalmente subí a la azotea del MAS a contemplar toda la ciudad vestida de blanco y me sorprendió ver que incluso parte de los diques del puerto se había cubierto de nieve, ya que había hecho tanto frío que se habían congelado.
Que el frío no os asuste, visitar Amberes en invierno también es increíble, y más si de repente te despiertas con la ciudad así de preciosa.
Soy una de las 7.500 millones de personas que vive en el mundo. Una a la que le encantaría descubrir todo lo que hay en él, ya que me apasiona viajar y conocer todo aquello que me rodea. Además, viajar me permite disfrutar otras de mis pasiones, la gastronomía y la arquitectura.
Mi aventura en esta ciudad no empieza aquí, comenzó el 17 de septiembre, y, desde entonces ha sido un no parar de descubrir, de ver, de viajar, de aprender, de fotografiar, de sentir, de vivir…
Después de casi 5 meses viviendo en Amberes, espero que mi experiencia pueda serviros de ayuda tanto a los que vais a venir, como a los que ya lleváis aquí un tiempo como yo, dado que, a pesar de haber conocido gran parte de esta maravillosa ciudad, siempre hay cosas nuevas que descubrir, pero también, otras ya conocidas que redescubrir.