Algo tiene estas excursiones en bici cruzando el río escalda en Amberes, que siempre hay algo que contar de vuelta a casa. Aunque no lo sabía por aquel entonces, esta excursión de la que os voy a hablar hoy, sería mi última sobre las dos ruedas. He decidido que la nieve y el frío en Amberes no me hacen sentir muy segura y cómoda en trayectos largos asi que sintiéndolo mucho dejo la bici aparcada en el patio de casa. Aún así, pude por fin cruzar el río e ir a la otra zona de día, puesto que siempre había ido de noche. Después de todo el misterio que producían esos prados llenos de niebla por la noche, la visión de día es completamente diferente. Hacía un día espectacular, con el cielo azul y un viento frío que nos mantenía despiertos. Los perros corrían desaforadamente de un lado a otro contentos, y algunos incluso se atrevían a pisar los pequeños lagos congelados que había a nuestro alrededor. La hierba era verde intenso, bañada en pequeñas capas de aguanieve que humedecían todo el terreno.
Una de las anécdotas del día fue, cuando mi compañero de Kot, Paco, tras un par de bromas sobre cruzar los lagos con nuestras bicis como si de una película se tratase, decidió que no era mala idea y se adentró sin pensarselo rompiendo el fino hielo tras su paso. Desde aqui os digo que es mejor que nunca lo intenteis. El pobre de Paco acabó empapado y con los pies congelados al ver que no podía avanzar por el fango que lo atrapaba bajo el agua. A parte de preocupación en un principio, toda la situación nos hizo reirnos durante un buen rato sin aún creernos lo que acabábamos de ver.
Tras varias fotos nos fuimos del prado para seguir por el cómodo carril bici. Hicimos prácticamente la misma ruta que las dos veces anteriores, aunque el paisaje parecia completamente nuevo. Las casas por esta zona no tienen nada que ver con las del centro de la ciudad, y me resulta muy divertido verlas, pues cada una de ellas es completamente diferente a la anterior y se ve que los dueños ponen mucho empeño en el cuidado de sus jardines y fachadas. Nos encontramos en una de las ventanas un curioso gato naranja que nos observaba tras una ventana y ahi estuvimos con él un buen rato haciéndole fotos.
Para terminar el día fuimos al cementerio del pueblo, donde descansan los cuerpos de algunos soldados que combatieron en la 1º y 2º Guerra Mundial, y dimos un paseo entre la serenidad del atardecer. El frío nos mandó de vuelta a casa y como recompensa nos mentimos en un cálido Frituur para reponer fuerzas.
Soy Andrea, una asturiana que vive en la calurosa isla de Tenerife, y durante los próximos meses seré ¡la nueva corresponsal Erasmus en la ciudad de Amberes!
Nunca me había planteado seriamente el tema de solicitar una beca Erasmus, sin embargo, tuve una corazonada, y supe que me iba a venir muy bien salir al extranjero en mi último año de Bellas artes y que seria una experiencia muy enriquecedora.
A pesar de estar estudiando diseño durante los tres últimos años, la fotografía de moda es mi pasión, por lo que fue toda una sorpresa ver que en mi universidad se ofertaba como destino la ciudad de Amberes, conocida por ser una ciudad moderna y cosmopolita donde la moda y el diseño ocupan un lugar muy importante. La gente me había hablado maravillas de la ciudad y no tardaron mucho en convencerme, así que después de mucho trámite y papeleo ¡por fin estoy aquí!