Y hoy toca visita a la capital del país y de Europa. Bruselas, a tan sólo algo más de media hora de tren de Amberes, es una visita obligada.Ya hemos escuchado muchas veces que Bruselas es la capital de Europa y, de alguna manera, al llegar eso se nota. Gente por las calles, gente ocupada, gente de todo tipo y clase, gente de muchas procedencias diferentes y por supuesto turistas y gente como nosotros, estudiantes que vamos a pasar un día por allí. Ah, y muchos españoles. Da miedo de verdad, nada más salir de la estación empiezas a darte un chapuzón en acento peninsulares. En todas las terrazas de restaurantes del centro son capaces de pronosticar tu hispanidad sin que abras la boca y saben dirigirse a ti en español.
Llegamos a Bruselas por la Gare Central, en pleno centro de la ciudad y nada más bajarnos, ¡zas! ¡Primera curiosidad! A escasos cincuenta metros de la estación nos encontramos con la plaza de España, custodiada por una enorme estatua de Don Quijote y Sancho Panza. Y es que ya sabemos que España tuvo un papel decisivo por aquí.
La catedral de Bruselas es el siguiente paso. Es un inmenso edificio que llama la atención por su color blanquecino y… por ese extraño parecido a la catedral de Notre Dame que hasta a los más despistados hace pensar “un momento… esto me suena…”.
Pasear por el centro es una de las cosas más atractivas de Bruselas para cualquier viajero. La Grand Place es una maravilla repleta de destellos dorados por todos los rincones. Atención a las chocolaterías y puestos de gofres que ahí por los alrededores. Por aquí se encuentra también el Manneken Pis, la famosa estatua del niño meando. Es curioso que una cosa tan pequeña y simple atraiga a tantos turistas. Pero bueno, ahí está. No olvidéis pasar por las Galerías Reales, aunque cuidado con los precios.
También pudimos acercarnos a contemplar el Palacio Real, un enorme edificio que da esa impresión de consistencia y pesadez, pero que sin duda es una de las piezas monumentales más importantes de la ciudad. Se da cierto aire al palacio de Buckingham de Londres, pero el de Bruselas es el doble de grande.
En la plaza de Petit Sablon, ya de camino hacia el Palacio de Justicia, encontramos otra referencia a España con unas inscripciones que acusan al Duque de Alba por las ejecuciones de los nobles Egmont y Horn, que fueron decapitados en la Grand Place en el año 1568. Este fue uno de los grandes episodios del comienzo de la rebelión de Flandes.
Y por supuesto el clásico entre los clásicos en una buena visita a Bruselas. No puede faltar tomarse una cerveza en el bar más famoso de la ciudad, el “Delirium”, el bar con más variedades de cerveza del mundo (más de 2.000, ojito). Se sitúa en un callejón cercano a la Grand Place, donde también podemos encontrar a la Janneken Pis, una pequeña niña que al igual que el Manneken, se encuentra haciendo aguas menores tranquilamente.
Una de las curiosidades que encontré por Bruselas es que por muchos lugares del centro se pueden encontrar fachadas con murales enormes sacados del cómic representando a personajes como Tintin, Spirou y muchos otros. Incluso hay calles que han sido bautizadas con nombres de personaje de comic.
Ese lugar en el que el neerlandés y el francés son cooficiales, ese lugar en el que en un bar cambian y mezclan los dos idiomas como les parece. Y es que, en Bruselas las calles están escritas en ambos idiomas, porque aunque el idioma dominante de la ciudad sea el francés, hablado por más del 95 % de la población, no hay que olvidar que Bruselas es un enclave dentro de la región de Flandes y que la mitad de su población conoce el idioma flamenco.
Bueno, para un sólo día de visita, todo esto no está nada mal. Si podéis, queréis y/o tenéis tiempo, no os olvidéis del Atomium.