El mal de amores de Erasmus
Actualmente puedes disfrutar de una cena íntima en el restaurante De 3 Tonghen o el Cultuurcafé Wentelsteen, pero en el pasado se encontraba el Colegio Trilingüe donde se enseñaban las lenguas “sagradas”: griego, latín y hebreo. El humanista Erasmus fundó el colegio en 1518 por encargo de su amigo recién fallecido Hieronymus Busleyden. Un pensativo Erasmus se encuentra inmortalizado un poco más lejos en Mechelsestraat. La leyenda cuenta que siendo un joven monje se enamoró de uno de sus hermanos, un amor prohibido que le hizo escapar. Así fue el inicio de su carrera internacional como humanista y nunca volvió a correr el riesgo de amar nuevamente.
Liarse con la hija del jefe, vol. MCXVII
El jardín vallado en la abadía de Saint Gertrude es uno de los muchos oasis escondidos por Lovaina, donde puedes encontrar algo de privacidad. O eso mismo debió pensar Charles de Lorraine, el encargado de la la construcción del canal Leuven-Dyle en 1750. La azada de plata que usó para empezar el trabajo se la dió Honorine-Josephine de Eynatten, la hija del alcalde de Lovaina. Para Charles, un famoso donjuán, fue un hecho suficiente para encender la llama del amor.
Beatas y curas
Inicialmente, la abadía de Saint Gertrude era para mujeres y hombres donde cada uno ocupaba su propia parte de la abadía. Sin embargo, las hormonas no cesan en su actividad y ambos géneros se intercambiaban sonrojadas miradas durante las oraciones y la misa. ¿Esto llegaba a más? ¿Eran unos sacerdotes o monjas incapaces de controlar sus deseos? Los dirigentes de la abadía se cansaron de esta nube negra de preguntas y decidieron que las mujeres tenían que irse. No se fueron muy lejos, ya que en el siglo XII las primeras casas del pequeño Beaterio estaban construidas cerca de Saint Gertrude. Las beatas eran las mujeres pertenecientes a las hermandades católicas fundadas en Países Bajos en este siglo. Debido a las Cruzadas, quedaron en Flandes muchas mujeres viudas, huérfanas o solteras y los Beaterios suponían la mejor opción. En su época de mayor esplendor, cientos de beatas vivían allí. Las casas blancas, el camino de piedras, y las azuladas ventanas hacían del Beaterio un sitio con magia.