Sin lugar a dudas, Flandes es una de las regiones con los rincones escondidos más bonitos de todo el norte de Europa. Hoy, y pese a que Gante monopoliza las entradas en este apartado del blog, me gustaría hablaros del Beguinaje de la ciudad de Brujas. Y es que, pese a que los gustos varían a la hora de elegir esta última o Gante como ciudades más llamativas de toda Bélgica, no se puede negar que Brujas tiene un encanto especial.
Para situaros en el contexto, cuando hablamos de beguinajes nos referimos a las antiguas comunidades religiosas existentes en Bélgica y en la mayoría del norte de Europa, formados por una serie de casas agrupadas que rodean una pequeña plaza generalmente repleta de árboles y vegetación. Con un término que se remonta hasta la Edad Media, las “béguines” eran las mujeres que dedicaban su vida al servicio de Dios con una vida de entrega y trabajo. Pese a que llegaron a ser prohibidas por el Papa en el siglo XIV, las béguines siguieron desarrollando sus labores en comunidad dentro de los beguinajes.
El Beguinaje de Brujas fue instaurado por Margarita de Constantinopla en el año 1245 y a día de hoy es Patrimonio de la Humanidad junto con el resto de Beguinajes Flamencos. Pasear por su interior supone una sensación de máxima relajación y tranquilidad, donde podréis disfrutar de una maravillosa vista de las pequeñas casas que lo rodean y de los llamativos junquillos (flor de color amarillo) que inundan los jardines.
Personalmente os aconsejo que no dejéis pasar la oportunidad de verlo en vuestra visita a Brujas. La entrada es gratuita y está abierto de lunes a domingo hasta las 18.30 horas.