Aquellos que hayáis paseado por el square des Blindés, cerca de la fuente Anspach, tal vez os hayáis fijado en un monumento curioso dedicado “al palomo soldado y a los colombófilos muertos en combate“. Bruselas es famosa por sus monumentos conmemorativos de la primera guerra mundial, sin embargo este hay que reconocer que es bastante diferente al resto. De las palomas mensajeras todo el mundo ha oído hablar pero, ¿qué relación guarda esta práctica con el país?
La parte central, donde aparece la estatua de bronce de la mujer semidesnuda, representa la Patria blandiendo la paloma en la mano derecha y una palma en la izquierda. En las extremidades dos pilares se levantan, coronados cada uno con un casco militar sujetado por dos palomas con las alas desplegadas.
El ejército belga, además de utilizar palomas durante la primera guerra mundial, fue el único que continuó con esta práctica con fines militares, durante la segunda guerra mundial. La utilidad de estas aves aumentó cuando se establecieron las trincheras durante el conflicto y el acceso a medios de comunicación se convirtió en una ventaja estratégica. Las palomas permitían transmitir mensajes pero también tomar fotos aéreas. De hecho los alemanes llegaron a prohibir a civiles lanzar palomas en los territorios ocupados, conscientes del potencial de las aves. Las palomas mensajeras (o palomas soldado) constituían efectivamente un medio eficaz para transportar mensajes sin riesgo de ser interceptadas (ya que eran poco perceptibles), barato, y silencioso (comparado a un avión). Algunos resultaron de tal utilidad, que incluso llegaron a ser condecorados como soldados: es el ejemplo del palomo Vaillant en la batalla de Verdun.
Hoy en día la colombofilia, actividad consistente en criar palomas y hacerlas competir en pruebas de velocidad, continúa en ciertos países, aunque no es un deporte reconocido. Bélgica alberga la Federación Internacional encargada de algunos de estos concursos y en Francia también hay eventos habituales.