Bélgica no tiene una gran cantidad de playas. De hecho, los kilómetros de playas del país no son demasiados. Pero una de las mayores virtudes que tiene son su calidad: playas de arena fina que se pierden en el horizonte con un mar que todos pensamos que es frío, pero que nos sorprende. Hoy os hablamos de dos sitios que podéis visitar para disfrutar de las playas belgas: Ostende y Blankenberge.
El mar es el mismo, pero es realmente impresionante. A simple vista, parece que no puedas entrar en él o, al menos, hacerlo fácilmente (demasiadas olas para los no avezados en esto de la natación) pero, en realidad, una vez dentro no tienes ningún problema. Son playas muy limpias y dónde puedes disfrutar todo el día (si el tiempo lo permite).
Las playas de Ostende y Blackenberge no se diferencian demasiado. Son playas muy limpias y bastante amplias. En ellas, podemos bañarnos en el Mar del Norte con calma porque se encuentran resguardadas en su mayor parte. La diferencia está en los propios lugares.
Ostende es una ciudad bastante más grande que Blackenberge, en la que podemos hacer más cosas como pasear por las tiendas del centro; visitar la Catedral de San Pedro y San Pablo, que se encuentra muy cerca del puerto; disfrutar de algunas de las numerosas obras de arte que hay repartidas por la ciudad (la que se encuentra cerca de la playa es totalmente impresionante) o un barco reconvertido en museo. Mientras que Blackenberge es una ciudad más moderna en la que podemos visitar lugares como un acuario.
Pero (y esto es lo importante) en cualquiera de ellas podemos disfrutar de uno de los mayores atractivos de Bélgica: sus playas. Su número es escaso si lo comparamos con países del entorno, pero no podíamos encontrar de más calidad.