Ayer fue mi primer día en Gante ¡y vaya día! Creo que no podría haber tenido un mejor recibimiento. Aterricé sobre las 12 horas en Bruselas y de ahí cogí un tren dirección Gante. En el tren empecé a curiosear información turística para los próximos días. Me moría de ganas de coger la cámara y de salir en busca de planes, historias y curiosidades para contaros.
Así que empecé a informarme sobre OdeGand, un festival de música clásica internacional que reúne a los mejores artistas a orillas de los canales. Claro, para una valenciana que vive en un ciudad con un río seco por el que miles de valencianos corren a diario o descansan en sus jardines, era un plan fantástico. Música en directo, espectáculos gratuitos en los principales muelles de la ciudad, canales con agua y de fondo la arquitectura típica de Bélgica ¿qué más se puede pedir para un primer día?
Poco más. Así que, una vez instalada en la residencia organicé un grupo de amigos para ir a ver lo que quedaba del festival en Graslei, la calle que se encuentra a lo largo de las orillas del viejo puerto de Gante. Y esto fue lo vimos:
Precioso, ¿verdad? Los canales de Gante abrieron paso a la música, al espectáculo y al buen rollo. Había personas de todos los lugares del mundo reunidos a orillas del canal para poder disfrutar de la música en directo de la versión original del musical West Side Story. La adaptación musical de la obra de William Shakespeare Romeo y Julieta, en esta ocasión interpretada por la orquesta sinfónica Casco Phil dirigida por Ivan Meylemans (The Chamber Orchestra of Belgium).
Sobre una pasarela situada en el agua cuatro bailarines representaron la historia entre María y Tony, dos jóvenes de diferentes bandas callejeras; los inmigrantes puertorriqueños, y los estadounidenses de origen irlandés que se aman pero ven su amor frustrado por su entorno familiar. Y cuyo desenlace, es obvio y esperado al tratarse de la adaptación moderna de Romeo y Julieta.
Tras esta actuación, las luces que iluminaban los edificios de Gante se unieron a las luces de los fuegos artificiales, creando una romántica velada sobre los canales de la ciudad que culminó con una gran ovación de los asistentes.
Oler la pólvora hizo sentirme como en casa.
Ahora sí, ya puedo afirmar que ha comenzado mi aventura en Gante.