Cuando llegamos al Grote Markt de Brujas el edificio que más sobrecoge es el Belfort de la ciudad, una torre de 83 metros que se utilizaba para avisar a la población en situaciones de fuego, ataques enemigos o eventos importantes de la ciudad.
Una vez entramos nos encontramos con una escalera de caracol bastantes estrecha que nos va llevando a cada una de la salas, la primera de todas es la sala del tesoro, donde se guardaban antiguamente los privilegios de la ciudad. Justo en el año 1280 la torre quedó bastante dañada debido a un incendio y los archivos de la ciudad fueron destruidos. Así que tras la reconstrucción de la torre decidieron guardar estos valiosos documentos en un cofre de hierro que asegurase su conservación. Para abrir este cofre tenían que dar su aprobación tanto el burgomaestre como los 8 diáconos, ya que cada uno de ellos tenía una llave y eran necesario todas ellas para abrirlo. En esta sala podemos ver el cofre que guarda estos documentos, una maqueta de la torre, el «teclado» con el que tocaban las campanas y algunos símbolos de santos o elementos que había en el campanario antiguamente.
Seguimos por las escaleras arriba y llegamos a una sala en la que se puede apreciar una gran campana que se alzaba antiguamente en lo alto de la torre (la verdad que en esta planta no hay mucho más que ver…). Pasamos a la tercera planta donde nos encontramos con el carrillón y todo el mecanismo que hace sonar las campanas. El carrillón fue reparado el año pasado y las campanas quedaron mudas hasta el verano de 2010 pero ya siguen sonando de nuevo como lo hacían hace 500 años, de hecho cuando estaba viendo el carrillón tuve la suerte de poder escuchar las campanas sonando en directo y apreciar toda esa obra de ingeniería moviéndose sincronizadamente para hacer tocar cada una de las campanas. Al subir a la última planta podemos apreciar todo Brujas desde uno de los puntos más altos de la ciudad, una vista realmente maravillosa. Sobre nuestras cabezas podemos ver algunas de las 47 campanas con las que cuenta el campanario, de las cuales 26 de ellas fueron construidas en el siglo XVIII por el fundidor de campanas Joris Dumery. Cuando lleguéis a la cima puede que andéis un poco cansados, de hecho son 366 peldaños los que hay que subir así que disfrutar de las vistas de la ciudad, recuperad el aliento y ahora es momento de bajar de nuevo todos los peldaños, aunque como se suele decir: cuesta abajo todos los santos ayudan.