Aunque menos transitada que el Meir, la calle Minderbroedersrui (que más al norte pasa a llamarse Sint-Paulusstraat) es una de las arterias principales de la ciudad. Tanto es, que en esta avenida podemos encontrar gran variedad de locales interesantes, desde cafeterías hasta peluquerías, pasando por restaurantes como el que ocupa el post de hoy: Tartine.
Para los restaurantes existe una especie de “prueba del algodón” que nunca falla, y es bien sencilla: si el restaurante siempre está lleno, debe ser bueno. Tartine no suele estar lleno, suele estar a rebosar. Así que, ¿cómo no iba a probarlo?
Pero que no os eche para atrás el hecho de que esté lleno de gente. No estamos hablando de un restaurante español. Aquí, aunque no quepa un alma más en el local y las mesas estén tan juntas que puedes oler el plato de tu vecino (aunque no es el caso), mantener una conversación es posible. No sé si es algo que viene en los genes, pero en medio de una comida los belgas son realmente discretos en cuanto a mantener una charla se refiere. Así que lo máximo que escucharéis será un murmullo constante de fondo, como ese aire acondicionado en el que no reparamos hasta que alguien lo apaga.
Y, por supuesto, la regla funciona: todo está buenísimo. Como ya os habréis hecho una idea por su nombre, Tartine es un local especializado en tostas y sándwiches. ¿Una triste tostada para comer? Bueno, tristes os quedaréis tras zampárosla, porque la tosta deja el espacio justito en el plato para una ensalada, ¡y es que están riquísimas! Pero además, si os decantáis por un sándwich, podéis escoger el formato grande, el cual viene con dos pisos de placer hecho comida.
CONSEJO: si tenéis pensado venir a Tartine es recomendable que reservéis con antelación. Un restaurante conocido, con buena oferta y un local pequeño suele ser sinónimo de “cola de espera”. Además, os invito a probar el Homemade Ice Tea, que varía según la temporada y ¡siempre es una sorpresa agradable!