Bruselas es, durante la mayor parte del año, adoquines grises, lluvia constante y cielo plomizo. Con una pluviometría que marca cifras de pódium en Europa, poco invita la capital belga al alboroto urbano más allá de los constantes atascos de sus vías principales.
Sin embargo, con el buen tiempo (que no hemos de situar en primavera, sino bien entrado el verano), la ciudad se transforma. El calor y el sol, tan familiares en nuestro país, aparecen aquí como visitantes inesperados y tales visitas han de ser aprovechadas. La ciudad se echa a las calles y donde antes no había más que charcos surge todo un acondicionamiento preparado para exprimir cada grado del termómetro. Todo rincón es bueno para un espectáculo de baile, una feria o una parada de “food trucks”.
Los boulevares peatonales del centro son paradigma del ambiente festivo que recorre la ciudad y hoy se llenan de hamacas, tumbonas, mesas de picnic y bancos de madera para tomar al aire libre cervezas y patatas fritas, mientras que los más activos pueden aprovechar para practicar deporte, ya sea en pistas de baloncesto improvisadas o en mesas de pin-pong; todo organizado en torno al proyecto BXLoveSummer, que ha establecido su sede en la plaza de la Bolsa con un pequeño kiosco, donde aparte de poder equiparte con productos exclusivos de la iniciativa, serás informado de todos los eventos, culturales y deportivos, que Bruselas prepara para sus visitantes. ¿A qué esperas?
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