Siglos atrás, las murallas que rodeaban y protegían la ciudad de Brujas estaban a su vez rodeadas de molinos. La mayoría se han perdido, pero cuatro de ellos aún se conservan en el llamado paseo de los molinos de Kruisvest.
Aunque algo alejado del centro, este paseo está plagado de turistas, deportistas y familias con sus niños. Caminando unos 30 minutos desde la estación de Brujas puede llegarse al primero de los molinos, por lo que tampoco hablamos de una distancia insalvable.
El molino Sint-Janshuis (Sint-Janshuismolen), construido en el siglo XVIII es el único que se mantiene en su lugar de origen y, junto con el molino Koelewei (Koeleweimolen), aún muele el grano. El interior del Molino Sint-Janshuis puede visitarse. El precio de la entrada es de 2€, pero si nunca has visitado un Molino por dentro vale la pena. Actualmente, en el Molino de Koelewei se están llevando a cabo varios trabajos de restauración.
El molino de Sint-Janshuis es el único que es original y además se encuentra en su lugar primitivo. Los otros tres fueron restaurados y recolocados: Coelweymolen fue el primero en recolocarse, en 1966, Nieuwe Papegaai el segundo, en 1977, y por último Bonne Chiere, en 1911.
Así vemos que Brujas es una ciudad de ensueño no solo en su centro histórico, sino también en sus alrededores, custodiados por la estampa de molinos tan típicos de Bélgica y Países Bajos. El parque de Kruisvest es perfecto para pasar un domingo con la familia, contemplando el paisaje o haciendo algo de deporte (verás a gente haciendo yoga, slackline, kubb, muy típico de Suecia…).
Una vez más, la ciudad no te deja excusas para llevar un estilo de vida activo.