Como ya se acerca el fin de nuestro camino juntos, quiero que recordemos por última vez mi sitio favorito de Lovaina. Por aquí lo hemos visto varias veces, en posts en los que resaltábamos alguno de sus rasgos más característicos y que hacen de éste un edificio único.
Una presentación, su interior, algunos vídeos y bastantes fotos después, el Ayuntamiento de Lovaina nos ha acompañado desde el principio, a todos los erasmus, a los viajeros y también a los corresponsales. Por eso, me gustaría que uno de los últimos post fuera un recuerdo a lo que he aprendido del edificio y de su historia, a lo largo de varias (nunca demasiadas) visitas.
Desde las , en todas esas ocasiones he aprendido algo curioso relacionado con el Ayuntamiento o con gente de la ciudad.
Una de las historias que más me llamaron la atención, sea por la emoción que puso la guía al contarlo, sea porque fue en una mezcla de inglés y dutch la mar de particular, fue la historia sangrienta de crimen y castigo que se cuenta en las paredes de la pequeña sala gótica.
Esta sala, como todos debemos saber, se encuentra en el primer piso del Ayuntamiento, tras la gran chimenea de la gran sala gótica, donde se celebraban los plenos y ahora se dedica a recepciones. En la pequeña sala, además de poder leer la historia (en flamenco), también se celebran pequeños eventos, como el concierto de Navidad del que he hablado.
La historia en cuestión dice así:
En el siglo X, durante el reinado del emperador Otto III eran frecuentes las luchas de poder y los enfrentamientos en la corte, algunos violentos y otros más velados. Uno de los más recordados tuvo como protagonistas a la mujer de Otto, la emperatriz, y a uno de los condes mejor parecidos del imperio.
Ésta, tras habérsele insinuado varias veces y no conseguir conquistarle, montó en cólera y urdió un plan contra él. En realidad era una artimaña bastante simple: le acusaría de haber intentado raptarla tras intentar (y no conseguir, claro está) conquistarla. El emperador Otto, que era expeditivo como pocos, pronto tuvo al pobre conde sin cabeza, ejecutado. La emperatriz que ya respiraba tranquila tras haber eliminado al molesto conde tuvo poco tiempo para celebrarlo, pues la mujer de éste le dio la vuelta a la historia.
Se cuenta que la condesa, tras oír las últimas palabras de su marido, y enterándose de todo el lío, corrió a la Corte imperial para demostrar su inocencia. El juicio se basó en la dantesca prueba de fuego. Ésta consistió en el juramento ante Dios y los hombres de la inocencia de su marido, mientras la condesa sostenía brasas ardientes en su mano. Al acabar el juramento tiró las brasas y enseñó su mano ilesa al emperador, lo que demostraba que decía la verdad.
Poco tardó Otto III en mandar a la Emperatriz a la hoguera, restituyendo así el honor del conde, y enseñando a todo el pueblo la valiosa lección de no decir mentiras (ni tratar con nadie de la Corte, no sea que termines malparado).
Esta curiosa historia, además de corroborar que la Edad Media eran otros tiempos (espero), también servía para aleccionar a los presentes en la sala, pues hubo una época en la que se usó como juzgado. Espero que os haya gustado. #ErasmusLovaina