Este pasado fin de semana, la coqueta ciudad de Lovaina se convierte en un circo viviente. Todas sus calles son invadidas por jóvenes malabaristas, en las plazas se levantan escenarios con magníficas actuaciones, niños y mayores miran boquiabiertos a ambos lados para no perderse nada.
Sin necesidad de pagar entrada o acudir a ningún sitio concreto, pues prácticamente en cada esquina de la ciudad podías disfrutar de un emocionante espectáculo. -¡Hey, hey, mira allá arriba, entre los edificios altos, hay dos personas cruzando de lado a lado!-
En este particular evento todo era posible, desde revivir esa añorada infancia, riendo a carcajada limpia con los múltiples espectáculos como el “Príncipe de la cocina” que sabía hacer hervir los fogones a la vez que interpretaba canciones al piano, (hay que decir que algún plato si que se le quemó).
Hasta unos torpes payasetes que lanzaban cajas por encima de las cabezas del público, (yo no me fiaba un pelo). Pero pasando por habilidosos malabaristas que se coordinaban al son de animados músicos tocando el clarinete.
Todo esto en un precioso día de sol en el que tomarse un helado o disfrutar de una cervecita tirados en el prado era más que un auténtico placer.
Claramente los niños eran los reyes del lugar, con infinitos juegos, coloridos parques y actividades preparadas solo para ellos. Contemplar lo bien que se lo estaban pasando ya era suficiente para sacarte una sonrisa.
A mí, he de decir que lo que más me impresionó fueron los contorsionistas y acróbatas, deleitándonos con maniobras casi rozando el romper la ley de la Gravedad. Totalmente inspirante: esta tarde prometo intentar probar, pero en terreno blandito eso sí.