La adrenalina fluye por tus venas, valoras el objeto, fijas una oferta, gritas la cifra, miras entre la muchedumbre, rápidamente estudias y calificas a las personas en un intento de vislumbrar otro posible competidor, alguien en posición de arrebatarte tu ansiada compra…
Sí, señoras y señores, en esta animada y variopinta ciudad de Amberes, también tenemos hueco para las subastas al aire libre.
¿A quién no le gusta encontrarse una ganga? ¿O presumir de adquirir un objeto a un precio mucho menor que el impuesto por el mercado común? Por no hablar de lo inmensamente divertido de la aventura de sentirte un poco como en las películas, un estilo de “amo de Wall Street”, pero en versión “con presupuesto pobre” podríamos decir.
Esto y mucho más, experimenté yo el pasado viernes, en el Mercado local de la plaza de Vrijdagmarkt en Amberes.
Todo empezó con una historia que me contó una amiga, una de esas leyendas urbanas a cerca de un chico que había conseguido una bicicleta en una subasta un viernes por 16€… ¡Sonaba alucinante!, pero por mucho que busqué por internet, miré carteles, pedí información en la oficina de turismo, hasta pregunté por la calle a gente con aires de locales, nadie sabía nada de nada…
Sin embargo, yo que soy muy cabezona, me obsesioné en mi personal “búsqueda del dorado” y seguí preguntando incansablemente. Así, me gané unas cuantas miradas escépticas, y unas sonrisas burlonas que me hacían pensar que todo había sido un sueño o una invención de alguien con mucha imaginación.
Ya perdía la esperanza, cuando al fin, charlando con una chica belga, me dice que le suena haber oído algo sobre una subasta en la plaza de delante del Museo de Plantin Moretus. No era nada prácticamente, no había ninguna seguridad, pero fue suficiente incentivante, para que ese mismo viernes a las 9 de una fría mañana, yo me encontrase en la plaza.
En mi mente, me imaginaba un auténtico hombre trajeado, sentado en una gran mesa con un martillo de madera al más puro estilo americano…
Por eso, me llevé una pequeña decepción al no ver más que un simple mercado de muebles, utensilios de cocina, cuadros y elementos decorativos o antigüedades de todo tipo, y no más de dos pares de bicicletas bien cubiertas de polvo.
Pero en mi empeño, algo me hizo preguntar entre los transeúntes y comerciantes, hasta que un amable tendero me dijo que de momento, era mercado, pero tras un par de horas, todo lo no vendido, se sometía a una rápida subasta, solo por deshacerse de los objetos indeseados. ¡Yuju, la subasta existía al fin!
Tras un paseo por los alrededores, un par de horas mas tarde, me acerqué de nuevo a la plaza. Un hombre con un micrófono, no paraba de dar voces en Dutch y señalar distintos objetos a cual más extraño. Yo que no se nada de este idioma, no entendía ni una sola palabra.
Pero realmente quería con todas mis ganas una bicicleta, así que, miré a mi alrededor hasta ver un hombre de edad avanzada, de pelo canoso, con facciones tranquilas, de esas personas que inspiran paz sin conocerlas…. En inglés le pregunté si me podría ayudar a traducirme lo que estaban diciendo y interceder por mi en la subasta para conseguir una bicicleta, así, sin más requisitos, sin más habladurías, sin tan siquiera fijar un precio.
Todo ocurrió realmente rápido, el hombre del micrófono señaló una bicicleta, yo no la veía bien, pero levanté la mano, alguien más entre el público gritó una serie de cifras, mi “ayudante belga” contrarresto la puja, y así sin mas, cuando me fuí a dar cuenta, un tendero apareció carretando una bici verde y exigiéndome 34€.
Tras pagar y salir un poco del círculo, ahora sí tuve tiempo a analizar mi compra: era una bicicleta de mujer, de color claro, un poco empolvada pero con buena presencia. Timbre, bomba, luces y candado incluidos con ella. Poco a poco empezó a congregarse gente a mi alrededor, que miraban mi bici con caras de aprobación, incluso una mujer me dijo que había sido una gran compra pues era una marca muy prestigiosa.
Mi encantador “ayudante belga” me preguntó si estaba contenta, e incluso me ayudó a hinchar las ruedas para poder irme ya montada en ella. Tan a gusto me encontré, que nos hicimos una foto y se la mandé por correo postal. Él, agradecido me contestó que había sido un placer, y que me deseaba muy buena suerte en los primaverales días que estaban por llegar.
Una auténtica aventura, todos los viernes a eso de las 10.00 en la plaza Vrijdagmarkt, 2000 Antwerpen.