Los mismos ojos, pero esta vez más pesados; del mismo color, pero con miles de nuevos matices en sus reflejos. Los mismos pañuelos, ondean pero desde tierra firme esta vez, con mil recuerdos nuevos entre sus tejidos. Las mismas manos, pero moldeadas con infinitas nuevas texturas y sensaciones tras haber transcurrido 5 intensos meses…
Una serie de individuos, iguales pero distintos a la vez, haciendo cola, esperando turno para una despedida que todos sabemos inminente, un día arriba, un día abajo, pero al final acabaremos todos de nuevo subidos a ese barco. El mismo navío que un día nos trajo aquí, el mismo que muy a nuestro pesar nos tendrá que alejar de nuevo…
En las mejillas se ven toboganes de lágrimas, y da pena, muchísima pena, pero es necesario que tenga fecha de caducidad, sino no sería posible vivir esta experiencia con la misma intensidad, no podría ser lo mismo.
Y el final ya está aquí… Y debería estar triste, pero no, la tristeza es sentirse desafortunado, y yo ahora mismo siento todo lo contrario, ¡No creo que pudiera ser una persona más afortunada! Puedo decir que me llevo tantas tantas cosas… de aquí y de allí, de cómo crecí, conocí, pero también de todos los viejos familiares y amigos que también cambiaron conmigo, y me di cuenta de que aun no teniéndome ahí se alegraban por mi, aprendían y descubrían también a través de mis ojos.
Creo que puedo presumir de conocerme mejor a mí misma, de conocer mejor no solo Bélgica, sino también España, mi cultura, lo que adoro y lo que cambiaría. Esto se llama perspectiva, y es lo que me hace considerar que el Erasmus debería ser obligatorio para todos una vez en la vida.
Respecto al destino, creo que no podría considerarlo más acertado, a día de hoy he aprendido a amar cada rinconcito escondido y misterioso de esta ciudad, que después de 5 meses me sigue sorprendiendo cada día.
No me acostumbro todavía a tal hermosura, a tantos colores vestidos siempre sin perder un ápice de la elegancia amberina, a cada distinto restaurante y pequeño comercio con una nueva sonrisa que brindarme cada día. Los millones de geniales planes que ofrece, siguen sin estar a la altura de la abrumadora emoción que me causa ver la puesta de sol a orillas del río Escalda.
Me he sentido realmente arropada por una gran ciudad como esta, que a mí me ofreció tanta comodidad y seguridad como para llegar a llamarla “casa”, y sinceramente, no creo que esto sea fácil. (Será verdad eso de que Silvio Brabo sigue merodeando por las calles para protegernos).
Querida Amberes, de cualquier manera me voy, pero ten seguro que volveré. “Casa” no se olvida tan fácilmente.