Hay ocasiones especiales en las que uno se puede dar un capricho. Por ejemplo despedirnos de la ciudad en la que habíamos pasado nuestro erasmus. Para esta ocasión elegimos un lugar muy especial, se trata del restaurante con estrella michelín DÔME, ubicado en el barrio de Zurenborg que para quien no lo haya hecho le recomiendo que lo visite cuanto antes, pues si vives en Amberes es un lugar ideal para salir por la noche. (Aquí os dejo el post de Alba sobre este peculiar barrio).
DÔME
DÔME fue antes la antigua comisaría de policía de este distrito y posteriormente pasó a ser uno de los cafés más distinguidos de la ciudad. Y no es de extrañar pues se encuentra ubicado en un antigua palacete que mezcla un neo renacimiento flamenco con el Barroco. Este restaurante fue inagurado en 1983 y poco a poco ha ido ganando fama hasta conseguir una estrella michelín y situar a Amberes en el mapa gastronómico.
Lo primero que te impresiona cuando entras es el comedor circular, con pocas mesas y luz tenue enseguida te inspira confianza y un clima agradable. Este salón circular fue la recepción de la antigua comisaría. Nada más llegar quedamos sorprendidos por el trato y el servicio al que como erasmus no estamos muy acostumbrados. Antes de sentarte tienes que dejar que sean los propios camareros los que se encarguen de colocarte el asiento, también te colocan la servilleta con la que te limpias y te sirven ellos el agua a pesar de que la botella está en la mesa.
Si hablamos de la comida puedo deciros que eso que cuentan de que en los restaurantes buenos te quedas con hambre es mentira. Los platos solían ser pequeñas porciones, pero fueron 6 platos y dos entrantes. Con distintas variedades de platos. Uno de los que más me llamó la atención fue un plato intermedio que simplemente parecía una cuchara con queso pero que cuando la introducías en el paladar se disolvía una pequeña cápsula de gelatina de cereza que hacía la combinación perfecta con el queso.
Ya os digo, el precio fueron 60 euros por comensal, y os parecerá un dineral, desde luego no es para comer todos los días pero fue nuestro regalo de despedida.
Griekse Taverne
Este restaurante es más asequible para otro tipo de bolsillos, ubicado a pocos minutos de la Catedral en Reyndersstraat se encuentra un pequeño oasis de tranquilidad donde disfrutar de una comida más mediterránea. Realmente recomiendo visitar este lugar en verano. Su patio lleno rodeado por higueras y olivos te trasladan a cualquier terraza de España. Si vais en grupo podréis compartir los platos fácilmente.