Tras varios meses en la ciudad, puedo decir que hay una serie de lugares emblemáticos que caracterizan mi estancia en Amberes. La facultad, la residencia de mis amigos, el bar De Muzz o la cafetería Koffie Dealers. Y vengo a hablaros de uno muy especial y característico: La iglesia de San Pablo, una de las mas bonitas e importantes de la ciudad Flamenca. ¿Por qué? os estaréis preguntando. Pues resulta que he tenido la suerte de vivir justo al lado de esta joya arquitectónica durante los últimos cinco meses.
Y hoy, tras el habitual repique de campanas de todos los domingos, ese que nos mantiene despiertas durante quince minutos a las diez de la mañana (nótese mi alegría), me he dado cuenta de que era la última vez que me desvelaban. Me ha arrollado la melancolía y me he dado cuenta de la suerte que ha sido disfrutar de la iglesia de San Pablo a través de mi ventana. Así que vengo a hablaros de ella.
La iglesia que hoy en día conocemos fue construida sobre una pequeña parroquia dominicana del siglo XIII. La actual data mayormente de 1571 y está construida según el estilo gótico brabantino, muy habitual en Flandes. Sin embargo, a lo largo del siglo XVII se realizaron remodelaciones y ampliaciones de estilo barroco que son perceptibles en su alta y ornamentada torre, en el portal secundario que se encuentra entre Veemarkt y Zwartzustersstraat y en la decoración interior de la iglesia.
En uno de los laterales del edificio se encuentra un pequeño jardín de estatuas cercado por un muro. A este patio se le llama «el Calvario» y está construido sobre un antiguo cementerio de la orden Dominicana. En él se pueden encontrar estatuas de Michiel van der Voort the Elder, Alexander van Papenhoven, Jan Claudius de Cock, Willem Kerricx y su hijo Willem Ignatius Kerricx, y Jan Pieter van Baurscheit de Elder junto a otros autores que permanecen en el anonimato.