Alejada del bullicio, de las catedrales y edificios históricos principales del centro de la ciudad, la Abadía de San Pedro nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en unas de las reliquias vivas más antiguas de Gante.
Los orígenes de la Abadía de San Pedro se remontan al siglo VII, momento de la aparición de los primeros misioneros que llegaban para cristianizar la región. Pese a que durante sus primeros años se consideró como un monasterio relativamente pobre, Arnulfo I, Conde de Flandes, cambió la situación a principios del siglo X dotando a la Abadía de regalos, donaciones y abundantes reliquias.
Importante recalcar que la Abadía de San Pedro se convirtió durante la Edad Media en lugar de ceremonia para la investidura de nuevos príncipes. Tal es así que, numerosos príncipes españoles y austrias eran investidos como tales aquí.
Pese a los altibajos históricos de la Abadía y del Monasterio de San Pedro, en 1810 la Abadía pasó a ser propiedad de la ciudad de Gante. Posteriormente, en 1950, se decidió restaurarla y darle una función cultural.
A día de hoy se puede visitar todos los días excepto los lunes, donde además podréis acceder a los maravillosos y amplios jardines de la Abadía y disfrutar de un día de sol en un entorno mágico.