¡Buenos días, brujos! Se acercan las fechas navideñas y eso siempre significa una cosa aparte de reuniones familiares y comidas inacabablemente abundantes (en serio, he llegado a comer hasta febrero las sobras de las comidas de Navidad), regalos.
La intención es lo que cuenta…
La manera más cómoda para organizarlo es hacerlo mediante una página web en la que metes los nombres y los correos electrónicos de todo el mundo y puedes incluso vetar personas para que no les haga un regalo alguna persona que, por ejemplo, no le conoce (ojo eh, que yo no conocía a todo el mundo y me ha venido de maravilla). En nuestro caso todo esto lo hizo Pol, que se encargó de meter nuestros correos y saber quién conocía a quién, gracias Pol.
Vale, mis amigos y yo no somos el ejemplo perfecto de previsión y preparación así que empezamos a organizar todo algo así como una semana antes de que entregásemos los regalos y con un tope de presupuesto de 10€ (que no todo el mundo cumplió… Yo sí, que rata se nace, no se hace).
El presupuesto en realidad es lo de menos porque los mejores regalos son los que se hacen por el significado (puede que suene tópico, pero creedme que sí) como cartas o fotos impresas con frases que signifiquen algo tanto para el regalante (la persona que regala, para los tradicionales) como para el regalado.
Bueno y para más gente, literal que llegué a ver lagrimitas cuando algunos abrieron sus regalos e iban mirando las fotos de estos 4 meses que, de verdad, hemos vivido todo el día juntos. Y puede parecer que fuesen porque eran los regalantes (sí, voy a seguir usando esta palabra hasta que todo el mundo la use), pero no.
En verdad a mí que soy frío como una mañana de enero en Siberia y tan delicado como un bocadillo de hormigón armado, también me emocionaron algunos… Pero no ya por el regalo en sí y porque tuviese recuerdos que yo también tenía, sino por la ilusión que tenía la gente a la que le daban el regalo y la que lo regalaba (cuando sabía quién era, claro).
Supongo que ahora querréis saber que regalé yo, ¿me equivoco? Pues yo le regalé una caja de bombones rellenos de cerveza de una tienda de las Galerías de la Reina, en Bruselas, a Almudena junto con una nota que decía “Lo que no te mata te hace más fuerte” y “Y ahora que te gusta la cerveza…”.
No lo entendéis, pero la gracia que tiene mi regalo es que Almudena es alérgica al chocolate, aunque como le encanta lo sigue comiendo. También llegó al Erasmus diciendo que no le gustaba la cerveza, pero unos cuantos monjes trapistas le hicieron cambiar de opinión.
Y eso es todo por hoy, que sepáis que es una tradición muy buena y que deberíais hacer si venís de Erasmus, aunque sea en un grupo más pequeño… Eso sí organizadlo con tiempo que luego todo son prisas… ¡Adiós! ¿Cómo? ¿Que queréis saber que me regalaron a mí? Menos mal que siempre pienso en vosotros y pedí que lo grabasen en video, así que, ¡DENTRO VÍDEO!