Lejos quedan los años 60, cuando América contagió a Europa la fiebre del autostop. No obstante, esta práctica continúa siendo hoy en día el origen de increíbles aventuras. Ciudades como Moscú o La Habana tratan el autostop como algo natural, pero… ¿cómo lo acogen nuestras queridas ciudades flamencas?
Bélgica es un país de reducidas dimensiones y excelentes conexiones. A priori, no habría razón alguna para lanzarse al incierto mundo del autostop. No mucha gente se plantea otra opción aparte del tren para desplazarse entre ciudades y es que, ciertamente, la comodidad de llegar de Brujas a Gante en 24 minutos, de Gante a Bruselas en 37, de Bruselas a Lovaina en 23 y de Lovaina a Amberes en 47, sentado en un silencioso vagón, es algo a tener en mente. Lo que el viajero medio no tiene en cuenta es la cantidad de historias que uno podrá relatar a posteriori si escapa de lo convencional.
El autostop suele estar relacionado con ahorrar el dinero que gastaríamos al usar un medio de transporte alternativo. En Flandes, esto no tiene demasiado sentido ya que, de por sí, moverse entre sus distintas ciudades no resulta muy costoso. En cambio, no es la primera vez que menciono la amabilidad de los locales y, sin duda, este factor sí es algo a considerar para decidirse por el autostop. No cabe duda de que la inmersión cultural será mucho mayor que al utilizar el tren.
Pero entonces… ¿en qué quedamos? ¿Autostop en Flandes sí o no?
Esa es una pregunta que tú mismo has de responder. ¿Es legal? Por supuesto. ¿Es posible? Sin duda. ¿Es divertido? ¡Claro! Las ciudades flamencas lo acogen fenomenalmente. A partir de ahí, tú decides.
Por si todavía estás caminando entre el límite del «Sí» y el «No», en el próximo post te cuento mi experiencia personal haciendo autostop en Flandes. ¡Quizá eso te anime a decidirte!
OS ESPERO EN EL PRÓXIMO POST: «Cosas Que Pasan» (CAP.7)
Os invito a este extraño lugar. Aunque las visitas no son frecuentes, haremos de esta ocasión la excepción que confirma la regla. Bienvenidos a mi cabeza.
Seguidme, os llevaré a un sitio muy especial. Normalmente, tras esta puerta pintada de colores, uno puede toparse con espaguetis flotantes, junglas de pingüinos o ciudades invisibles… A decir verdad, la mayoría de las veces, ni siquiera yo mismo estoy seguro de lo que me espera al girar el pomo. De todas formas, hoy podéis estar tranquilos. Hoy sí sé lo que hay al otro lado:
Al otro lado está Gante. Y sus calles adoquinadas, clones en bici, música abstracta, dinosaurios, idiomas alienígenas, hechizos y, dentro de esta normalidad, infinidad de locuras.
Lo más seguro es que si os dejase sueltos por este lugar, acabaríais majaras. Como no queremos eso, os lo voy a enseñar poco a poco, durante cinco meses.