Para algunos, un jardín botánico quizá significa lo opuesto a la aventura. Un ambiente controlado, etiquetado, cuidado y medido poblado de flores y árboles. Sin embargo, siempre se le puede dar una vuelta de tuerca para ver más allá. ¿Qué descubrieron los estudiantes de Medicina gracias a la investigación de las plantas? ¿Quiénes tuvieron las agallas de viajar para traer nuevas especies? ¿Cómo se viste el “Kruidtuin” según las distintas estaciones?
Situado a unos minutos del centro de la ciudad, este oasis en el desierto urbano fue el primer jardín de hierbas para los estudiantes de Medicina. Construido por la Universidad de Lovaina en 1738, tuvo que expandirse en 1819 aprovechando las tierras del demolido monasterio Capuchino. El porche neoclásico, el invernadero y el diseño del jardín datan de esa época y son una parte importante de la atmósfera del “Den botanieken hof“.
A partir de 1835, el jardín botánico “Kruidtuin” pasó a ser propiedad de la ciudad de Lovaina. En los años siguientes, se amplió con la renovación del invernadero de naranjos y la construcción del jardín frutal, el estanque y los invernaderos tropicales y subtropicales. Ofrece casi 800 especies de plantas según el sistema del famoso botánico Linneu, las cuales se utilizan con propósitos educativos.
Además de la investigación científica y los objetivos académicos, Kruidtuin actúa como respiración asistida a quienes se ahogan en la marea de cemento. Un lugar por el que pasear en otoño, invierno, primavera y verano admirando sus cambios. Sumergirse en vegetación de todo tipo y ser un Indiana Jones sin tener que soportar a los mosquitos ni huir de una bola asesina.