La primera vez que un amigo mío me llevó a este bar, me quedé boquiabierta. Se trata de uno de esos sitios que jamás habrías imaginado que existiera. Pero es uno de esos sitios que, después de ir, sabes que representan muy bien un lugar y una ciudad como Bruselas.
Creo que mires por donde mires no encontrarás ni un hueco sin decorar. El desorden es el mejor término para describir este local. Todas las paredes y el techo están repletos de todo tipo de objetos: desde cuadros y lámparas de lo más extravagantes, hasta flores, libros y vinilos. Dicen que antiguamente solía ser un burdel, y que por eso, todas las habitaciones de los tres pisos que lo forman son pequeñas y curvas. En la planta de abajo encontraréis sillas y mesas de madera en su mayoría, pero en el resto de salas podréis descansar en sus cómodos sofás.
Nada más entrar, a mano izquierda, hay un “jukebox”, así que podéis elegir la canción queráis, siempre que se trate de música francesa: Piaf, Brel o Ferré, son algunos de los artistas que oiréis. El ambiente que se respira es más bien romántico. Sólo basta ver que en cada mesa hay una vela y una rosa, todo ello ambientado por una luz tenue que baña cada una de las salas del bar.
La carta ofrece todo tipo de bebidas, pero lo más típico es el vino dulce. Es un vino afrutado que puede recordar a la sangría. No es un lugar demasiado barato, pero merece la pena ir al menos una vez ya que, que yo sepa, aún no ha defraudado a nadie. Abre todos los días a partir de las 20h.
En realidad, venir a Goupil Le Fol es como retroceder en el tiempo, en un tiempo tranquilo y bohemio, como viajar a un París de los años 20. Para llegar allí, ve a Rue de la Violette 22 (muy cerca de la Grand Place).