Señoras y señores, la excursión a Brujas dio para descubrir lugares increíbles. A continuación vengo a describirles el sitio más tranquilo de la ciudad, Begijnhof, el único sonido que podrán escuchar en él es el silbido de las aves y del viento. Por lo que una de sus normas, es estar en silencio.
El Beguinaje de Brujas, creado en 1245, está situado en el centro histórico de la ciudad, sin embargo, se halla separado de la misma por una muralla. Estuvo habitado durante años por una asociación de mujeres cristianas, que dedicaban su vida a la ayuda de los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, y también a labores intelectuales, pero en 1927, una comunidad de religiosas benedictinas tomó el relevo de las beguinas que aún vivían allí, y desde entonces es un monasterio benedictino.
Junto con el resto de los beaterios flamencos, el de Brujas forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El recinto esta bordeado por decenas de casitas de beguinas cuyos orígenes se remontan al siglo XV.
Estas mujeres fuertes transformaron el orden moral de la Iglesia, rompieron con los estereotipos de aquella época y modificaron el paisaje de numerosas ciudades de Flandes. Sus inicios se remontan a finales del siglo XII. Las mujeres se reunían por todas partes y recreaban ciudades dentro de las ciudades. Su objetivo era construir una vida sin pronunciar votos y exentas de las reglas de la Iglesia. «El movimiento de las beguinas seduce porque propone a las mujeres existir sin ser esposas, ni religiosas, emancipadas de cualquier dominación masculina», explica Régine Pernoud en su libro «La Virgen y los santos en la Edad Media».
Señoras y señores, si lo que quieren es un lugar en el que se respire paz y lleno de relatos y valores históricos fascinantes, dejen de buscar, porque ya lo han encontrado.