Bruselas, principio de los 20. El director de la sucursal en la capital belga del Banco de Inglaterra, Joseph Ruston, conoce a Ella van Heemstra. Unos años más tarde se casan en Indonesia; deciden asentarse en el número 48 de la calle Keyenveld, en la comuna de Ixelles.
En esa casa nace, el 4 de mayo de 1929, Audrey Kathleen Ruston. Será su padre quien añada más tarde el apellido de Catherina, su abuela materna, convirtiéndoles en Hepburn-Ruston. Los seis primeros años de su vida los pasa en Bruselas. Los siguientes, tras el divorcio del matrimonio, en Inglaterra. En 1939 se traslada con su madre a la casa de su abuelo en Holanda, donde estudia ballet y piano clásico. Poco tiempo más tarde la Segunda Guerra Mundial comienza y su madre induce a toda la familia a hablar neerlandés, intentando mantener ocultos sus orígenes ingleses a los nazis. Audrey Hepburn hablaba inglés, francés, neerlandés e italiano; contaba también con nociones de alemán y castellano.
El resto de la historia se conoce: la mala alimentación durante la guerra le impide desarrollarse en la danza, lo que la lleva a plantear su futuro profesional en torno a la actuación. El trauma que supuso crecer durante la guerra le llevó a colaborar con UNICEF toda su vida. Sobre su carrera profesional fue su primer papel protagonista, Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), el que le daría el renombre que aún hoy mantiene -además de su primer Premio Oscar-.
A los belgas les gusta pensar que hay algo de la elegancia de la actriz marcado por la comuna de Ixelles. No hay que pasear demasiado por la zona, conocida por sus estanques y edificios modernistas, para establecer una relación entre ambos: un planteamiento que, al parecer, comparten Sean Ferrer, su hijo, y la comuna de Tolochenaz, en Suiza (donde la actriz murió), que pretenden donar una estatua de Audrey Hepburn. Esta se localizará en una de las zonas verdes de Ixelles, y tiene previsto abrirse al público antes de finales de año.