Bélgica es uno de los pocos países del mundo que siguen consumiendo carne de caballo. Junto con los Países Bajos, Alemania, Suiza, Austria, Suecia, Italia y Francia, así como con otros países asiáticos y sudamericanos, se consumen en torno a 50 millones de equinos al año.
En Flandes, la ingesta de paard (caballo) tiene sus raíces en los trabajos forzados. Hace unos cientos de años, Lokeren, en Flandes Oriental, era una pequeña ciudad portuaria que hacía uso de muchos caballos para transportar la carga. Famosos por su fuerza, los caballos de Brabante trabajaban hasta la extenuación, y una vez agotados, se comían.
Durante este periodo, no se echaba nada a perder entre los campesinos y granjeros europeos. Así apareció la salchicha de caballo de Lokeren, famosa en estas tierras. Más tarde se añadiría la salsa de tomate. Actualmente, la salchicha de Lokeren está legalizada por la UE por tener un valor histórico y culinario. Basada en la misma vieja receta, esta carne ya no proviene de bestias de carga exhaustas, sino de América del Sur.
La carne de caballo está libre de tuberculosis y tenias. De este modo, es seguro comerla cruda (como por ejemplo el bistec tártaro). Su composición nutricional es alta en hierro y más baja en grasas que por ejemplo la ternera, siendo ideal para los afectados por la anemia o para quien desee una dieta más baja en grasas.
Para evitar disgustos, en Bélgica hay una ley que obliga a que los caballos lleven un chip que especifique si se trata de un animal de compañía o de si su función es otra.