Si me hicieran definir Flandes con palabras, probablemente la primera que escogería sería «historia».
Flandes quedó muy marcada durante la Primera Guerra Mundial debido a la ocupación alemana. Bélgica, pese a mostrarse neutral en el conflicto, sirvió de frente de batalla durante la guerra, siendo conquistada el 10 de octubre de 1914. El ejército belga luchó en el Flandes occidental y en Francia bajo el reinado de Alberto I. Durante los albores de la guerra, el ejército alemán causó numerosas atrocidades contra la población civil belga, tales como el asesinato de 6.000 belgas, la destrucción de 25.000 hogares y fue el causante de la huida del 20% de la población. A lo largo de la Primera Guerra Mundial, los alemanes mataron a 27.300 civiles belgas de manera directa y a 62.000 a través de la privación de alimento y refugio. Por este motivo, Flandes cuenta con una gran cantidad de cementerios militares a lo largo de su territorio.
Cerca del pequeño pueblo de Poperinge, en el Flandes Occidental, se encuentra uno de los cementerios militares más grandes de Bélgica, el cementerio militar de Lijssenthoek. En este cementerio, el segundo más grande de la Commonwealth War Graves Commission (CWGC) en Bélgica, se encuentran gran parte de los fallecidos durante la Primera Guerra Mundial en el frente occidental. Fue diseñado por el arquitecto británico Reginald Blomfield, está organizado en 35 secciones o parcelas y alberga un total de 10.785 tumbas, todas ellas de fallecidos durante la Primera Guerra Mundial. Todos menos 41 de los enterrados en Lijssenthoek murieron mientras recibían tratamiento en las instalaciones médicas de la zona.
Además, el cementerio cuenta con ocho monumentos conmemorativos, ubicados en la Parcela XXXII cerca de la Piedra del Recuerdo, el monumento que conmemora a los fallecidos durante la Primera Guerra Mundial. También hay una sección con 35 tumbas de los trabajadores del Cuerpo de Trabajo Chino que murieron en el área de Ypres y Poperinge despejando los campos de batalla y cavando tumbas y trincheras.
Pese a ser un lugar triste por muchos, es un pedacito más de la rica historia flamenca que permite comprender la dura realidad que vivieron muchas personas.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.