Algo que siempre me ha gustado hacer en los nuevos lugares que visito es pasear por sus calles sin rumbo fijo, sin prisa, sorprendiéndome y deleitándome con los pequeños rincones, callejuelas, plazas y demás que me voy encontrando. Y Leuven no ha sido una excepción.
Lo primero que recomiendo es acercarse al centro para disfrutar de la magnífica vista de la Grote Markt, la plaza mayor, con su Iglesia gótica de San Pedro y la impresionante fachada barroca del Ayuntamiento. Esta es, por decirlo así, la estampa más típica de Leuven, la que veréis en todas las fotos de folletos turísticos. Merece la pena pasear por ella entre las gentes, las terrazas de las “brasseries” y los múltiples ciclistas que la cruzan.
Desde ella, y ya que se encuentra prácticamente al lado, no se puede dejar de visitar la Oude Markt, la plaza vieja, conocida como “el bar más grande el mundo”, una enorme plaza rodeada de edificios con sus fachadas típicas de la zona flamenca y llena, literalmente, de bares y cafeterías, que al sacar todas sus terrazas dan la sensación de que la plaza sea una enorme terraza de 174 de metros de larga (lo que mide dicha plaza) Aquí sobra decir que es un placer recorrerla o sencillamente sentarte en alguna de sus terrazas a disfrutar de un rato tranquilo (por el día) o de su fiesta (nocturna).
A partir esta zona, que es el centro de Leuven, ya se puede ir en cualquier dirección y perderte por sus múltiples calles y callejuelas. Toda la zona central de Lovaina forma un círculo de unos 2 km de diámetro, y es perfecta, como digo, para pasar una mañana o una tarde tranquila con la mera intención de pasear reposadamente. A lo largo del paseo te irás encontrando con rincones románticos, plazuelitas acogedoras, el canal típico de las ciudades flamencas, parques escondidos entre calles… También irás descubriendo a una serie de personajes que impasibles surgen en los más variados lugares, figuras de bronce que representan diversos oficios (un bufón, un panadero, una castañera…) o simplemente personas que parecen sentadas tomando el sol o leyendo… De todos ellos hablaré más detenidamente más adelante, pues merecen un comentario aparte.
Todas las calles del centro tienen el encanto de su arquitectura típica flamenca, y algunas de ellas además están decoradas con banderolas de colores que les dan un aire medieval encantador, y por las que perderse sin prisas y sin rumbo merece siempre la pena. Si venís, os animo a que lo hagáis!