Son cosas que pasan… dos semanas después del concierto más raro de tu vida, se te despierta otra vez el gusanillo de la extravagancia. Y, por sí solo, decide que esta noche hay música por descubrir.
Para comprender los orígenes de este post, debéis leer la PARTE 1. Así entenderéis que a un concierto como aquel solo le puede preceder un concierto como este.
Al llegar, como era de esperar, no me encontré con un local común. Me topé con un pequeño jardín y una fachada con una puerta metálica que, tras de sí, ofrecía unas escaleras descendientes. Al bajar, aparecí en una sala llena de gente, con luces tenues de colores y ambiente humeante. El concierto estaba a punto de empezar, pero el escenario que presidía la sala estaba vacío. De repente, unos sonidos estridentes comenzaron a sonar y cuatro individuos salieron del backstage. La imagen fue chocante. Iban vestidos con una especie de trajes químicos blancos, llevaban una capucha puesta y la cara pintada, también de color blanco.
Después de dar unos cuantos gritos en flamenco para romper el hielo (los cuales dudo que entendieran siquiera los locales), no tardaron en empezar a tocar. Batería, bajo, guitarra, teclado y voz. Así sonaban:
El ambiente era animado y, a pesar de no entender ni una palabra de lo que cantaban, el espectáculo era cautivador. No os negaré que aquel lejano pensamiento de «¿Qué hago aquí?» me rodeó por mi mente durante un segundo, pero acabó siendo una experiencia totalmente positiva. Indagar en la noche de Gante me trajo buenas sensaciones, otra vez.
Recuerdo que al final del show, me acerqué a la banda para hablar con los integrantes y preguntarles un par de cosas. Me sorprendió lo formales que eran fuera de su papel de showmen. Me aclararon que se hacen llamar «Elefant«, que la banda es originaria de Gante y que el mensaje principal de su música es el amor. Aunque insistieron en que cada cual podía interpretarla como quisiera. Menos mal.
Y es que así es Gante. Lo importante aquí es ver, oír, sentir…
Ahora, el cómo lo hagas ya es cosa tuya.
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Os invito a este extraño lugar. Aunque las visitas no son frecuentes, haremos de esta ocasión la excepción que confirma la regla. Bienvenidos a mi cabeza.
Seguidme, os llevaré a un sitio muy especial. Normalmente, tras esta puerta pintada de colores, uno puede toparse con espaguetis flotantes, junglas de pingüinos o ciudades invisibles… A decir verdad, la mayoría de las veces, ni siquiera yo mismo estoy seguro de lo que me espera al girar el pomo. De todas formas, hoy podéis estar tranquilos. Hoy sí sé lo que hay al otro lado:
Al otro lado está Gante. Y sus calles adoquinadas, clones en bici, música abstracta, dinosaurios, idiomas alienígenas, hechizos y, dentro de esta normalidad, infinidad de locuras.
Lo más seguro es que si os dejase sueltos por este lugar, acabaríais majaras. Como no queremos eso, os lo voy a enseñar poco a poco, durante cinco meses.